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La crisis del medioluto

Simultáneamente con el boom de la economía Naranja, estoy muy preocupado con la crisis del medioluto, esa combinación blanquinegra ligada a la muerte y a los protocolos que hay a su alrededor pero que...

16 de agosto de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

Simultáneamente con el boom de la economía Naranja, estoy muy preocupado con la crisis del medioluto, esa combinación blanquinegra ligada a la muerte y a los protocolos que hay a su alrededor pero que cada día se usan menos, castigando a toda la cadena económica relacionada con tan inevitable desenlace.

El primer campanazo lo sentí cuando acompañé una familia que quería vender sus predios y una opción interesante era una extensión de los cementerios existentes o incluso, el nacimiento de uno nuevo. La respuesta de los posibles interesados fue tajante: el mercado de la cremación disminuyó el ‘atractivo’ de los entierros en bóveda o bajo césped. Mala noticia para los inmobiliarios, para los dueños de buses, jardineros, floristas y demás.

Con la cremación sobran además los pomposos ataúdes, así que los ebanistas, cerrajeros, vidrieros, perdieron un filón de sus ingresos.
Las velaciones no se quedan atrás. En mi ya larga vida fui a velorios en casas de postín en Cali y en otras ciudades, incluso atendidos por el Club Colombia o por curtidas cocineras, donde el tamal y el arroz con pollo hicieron parte del menú. Por respeto al difunto, jamás se servían carnes frías. Después vinieron las salas de velación con consumo enorme de cafés y aromáticas. De pronto hasta las velaciones están desapareciendo y con esto, además de las floristerías, parqueaderos, bebidas y demás, se perdió hasta la posibilidad de cumplir adecuadamente con los deudos.

Perjudicados están los almacenes de telas y las modistas que vestían a las señoras con las últimas tendencias de moda pero en blanco y negro, pues durante las exequias el alma podía estar triste pero el vestido y sus complementos, guardaban la impronta de los mejores tiempos.

Ni siquiera los cartelones hacen parte de las nuevas costumbres funerarias. Solo ante la muerte de grandes empresarios, las páginas se llenan de avisos de los proveedores. De resto, nos informan los amigos comunicativos y la revista Épocas en su sección ‘Ya no están con nosotros’.

‘Lugar común, la Muerte’ es un libro maravilloso de Tomas Eloy Martínez, cuyo título es preciso para esta reflexión, donde se hizo tan intrascendente morir, que la gente con naturalidad saluda: “¡Gusto volverte a ver, estaba convencido que te habías muerto!”

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