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Uribe, un fenómeno

“Álvaro Uribe es de los seres que un país da solo cada 50 años. Por eso hay que exprimirle hasta la última gota”.

5 de mayo de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

“Álvaro Uribe es de los seres que un país da solo cada 50 años. Por eso hay que exprimirle hasta la última gota”.

Esa fue la explicación que una de las personas más cercanas al expresidente me dio, en el 2010, para explicar por qué apoyaba su segunda reelección, con la cual nunca estuve de acuerdo.

¿Saben quién fue el autor de la frase? ni más ni menos que Juan Manuel Santos, el hoy archienemigo de Uribe.

Pero más allá de quien la dijo, los hechos parecen darle la razón a esa sentencia. Y es que es realmente excepcional que una persona que llegó a la Presidencia hace 15 años y que dejó el poder hace 7 figure en las encuestas como el personaje público con mayor imagen positiva del país.

En la última medición de la encuesta que cada bimestre hace la firma Gallup, Uribe aparece punteando ese ranking de favorabilidad, con el 49% de opinión positiva, superando a todos los precandidatos presidenciales.

La pregunta que surge al ver que la aceptación del expresidente en los últimos tres lustros no bajó del 40%, lo que para la mayoría de nuestros políticos es el techo, es ¿a qué obedece ese fenómeno? En mi opinión, ese éxito se resume en una sola palabra: coherencia. Y es que como candidato, como presidente y como ‘ex’ el discurso de Uribe ha mantenido la misma línea: la defensa de la confianza inversionista, de la seguridad y de la política social. Los famosos tres huevitos que le entregó como legado a Santos.

En un país en el que la mayoría de los políticos son unas veletas que se mueven al ritmo que sople el viento que más las favorece, que alguien mantenga semejante consistencia es insólito.

Por ejemplo, Uribe siempre criticó al gobierno venezolano. Al contrario de Santos que mientras lo necesitó para el proceso de paz fue el ‘nuevo mejor amigo’ de Maduro, pero que cuando dejó de necesitarlo salió a decir que la revolución bolivariana era un fracaso.

Mejor dicho, con Uribe saben a qué atenerse tanto los amigos como los enemigos, que no son pocos (en la encuesta de Gallup su desfavoribilidad también fue alta, el 46%).

Esa coherencia política le ha permitido a Uribe tapar los errores que ha cometido. En especial, aceptar que se le arrimen decenas de pelafustanes que han querido cobijarse bajo su sombra para reencaucharse en política. Nunca entendí cómo Uribe permitió que lo rodearan personajes como Jorge Noguera, Juan Carlos Abadía, Roy Barreras y muchos otros. Esa falta de selectividad le ha hecho mucho daño.

Tampoco me gusta de Uribe que haya permitido que su partido se convierta en una suerte de secta, donde lo que él dice es verdad revelada. Uribe olvidó que los buenos amigos son los que le cantan las verdades a uno, así sean duras, y no los que dicen lo que uno quiere oír. Esa falta de crítica y de disenso también ha perjudicado al Centro Democrático y al propio Uribe.

Pero, a pesar de ello, la vigencia de Uribe en el país está incólume. Y en las elecciones del próximo año el exmandatario jugará un papel fundamental. Con la dispersión que hay en las otras colectividades, el uribismo prácticamente tiene garantizada una plaza en la segunda vuelta presidencial.

Y si los uribistas escogen un candidato que no genere resistencias, el sucesor de Santos, perfectamente podría ser el ungido por Uribe.
Sería, entonces, el tercer presidente que pondría, incluido él mismo, en menos de 20 años. Un logro excepcional, como diría Santos.

Sigue en Twitter @dimartillo  

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