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Trancón mental

Ayer en la mañana la avenida Colombia estaba más trancada de lo...

15 de octubre de 2010 Por: Diego Martínez Lloreda

Ayer en la mañana la avenida Colombia estaba más trancada de lo normal. Los causantes del atasco no eran, extrañamente, las busetas que, con la complacencia de los guardas bachilleres que pitan mucho y multan poco, han convertido en un terminalito el tramo de esta arteria, ubicado entre el edificio de Coltabaco y la Ermita.No, la causa del gigantesco trancón de la víspera eran dos manifestaciones: la del cacerolazo en contra de las megaobras y las de quienes se oponen a la venta de la unidad de telecomunicaciones de Emcali. Protestas en las que, por cierto, había más pancartas que gente.Y es que me temo que quienes cuestionan esas iniciativas se han ido quedando solos, pues la mayoría de los caleños hemos entendido que son necesarias para el progreso de la ciudad.El respaldo a las megaobras no sólo lo reflejan las encuestas, como la reciente de Cali Cómo Vamos, en la que el 36% de los consultados consideró que éstas se van a culminar con éxito, frente a un 20% que opina lo contrario. El mejor indicador del apoyo que la ciudadanía le da a este proyecto son los casi $200.000 millones que hemos aportado para financiarlo. Por supuesto que hay reparos frente al proceso que han seguido las megaobras. Y muchos consideran que las obras escogidas no son las más urgentes. Pero la mayoría de los caleños sensatos es consciente del rezago que muestra el desarrollo de la ciudad y cree que este paquete de obras va a contribuir a amainarlo. Y, además, piensa que es fundamental que todos, en la medida de nuestras posibilidades, aportemos para ese propósito. Quienes han entendido mejor esta realidad son nuestros mayores, no sólo porque son más sabios sino porque vivieron procesos similares en el pasado. Y tienen claro que si los alcaldes de turno les hubieran puesto bolas a las protestas que surgen cada vez que se recurre al mecanismo de valorización, no se habrían hecho ni el anillo central, ni la ampliación de la Calle Quinta, ni el puente curvo sobre la Avenida Colombia, ni el paso elevado de la Carrera Primera con Calle 15, ni otras muchas obras que hoy son indispensables para la movilidad de la ciudad. Que a pesar de esas obras es terrible, pero que sin ellas sería imposible.Pero si los opositores de las megaobras son cada vez menos, los que no quieren que se consiga un socio estratégico para las telecomunicaciones de Emcali constituyen ínfima minoría. Esa minoría está integrada por un puñado de privilegiados que gozan los desproporcionados beneficios que establece la convención colectiva de esa empresa para sus trabajadores. Ellos juran que los caleños somos tontos y nos comemos el cuento que están luchando para defender el ‘patrimonio’ de la ciudad, cuando en lo único que piensan es en su propio patrimonio. En realidad, los únicos tontos son ellos pues si siguen atravesándose a la consecución de ese aliado, Telecali terminará devorada por la competencia y ellos perderán no sólo los absurdos privilegios que hoy disfrutan sino que se quedarán sin la vaca lechera que han venido exprimiendo hace años. Y sin ninguna otra vaca para exprimir. Moraleja: más grave que el trancón que generan estas protestas, es el trancón mental de quienes se oponen a la evolución de la ciudad.

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