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Qué hacer con Uber

La ley de la oferta y la demanda suele pesar más que...

9 de enero de 2015 Por: Diego Martínez Lloreda

La ley de la oferta y la demanda suele pesar más que las prohibiciones. El mejor ejemplo de ello es el narcotráfico: a pesar de que la humanidad ha invertido millones de dólares y miles de vidas en el combate contra ese flagelo, el negocio sigue campante. Porque siempre que haya alguien dispuesto a pagar un buen precio por un producto o servicio habrá alguien dispuesto a ofrecer ese producto o servicio. Economía básica. Tristemente parece que las autoridades no han aprendido la lección de la costosa e inútil lucha contra el narcotráfico y siguen empeñadas en recurrir al fácil, pero inane, recurso de la prohibición para tratar de solucionar los chicharrones que surgen cuando alguien saca al mercado un producto nuevo, que es mejor que uno similar que existe hace tiempos.Eso es lo que ha ocurrido con Uber, el servicio de transporte que, a pesar de la persecución de que ha sido objeto, sigue conquistando adeptos en todo el mundo. Uber, en realidad , más que un servicio de transporte es una plataforma tecnológica que opera como puente entre quien busca el servicio y quien lo ofrece. Para suministrarlo basta bajar la aplicación, inscribirse y pagar el 20% que Uber cobra por cada servicio que se presta.Nadie sabe a ciencia cierta cuantos vehículos en Cali están vinculados con Uber. Un transportador que ofrece ese servicio dice que son 200, pero el vocero de los taxistas asegura que son 5.000. Lo cierto es que son muchos. Y es así, simplemente, porque hay usuarios que quieren usarlo e, incluso, están dispuestos a pagar más por un servicio mejor del que prestan los taxistas tradicionales.No nos digamos mentiras. El servicio que ofrecen los taxistas amarillos es bastante deficiente e inseguro. La mayoría de los taxistas se pasan por la faja las normas de tránsito, son groseros, manejan a las patadas y su presentación deja mucho que desear. Además el 90% de los taxis que circulan en Cali son unas cajas de galletas coreanas y muy pocos tienen aire acondicionado. Y los que lo tienen no lo prenden para ahorrar combustible. Además, el maletero es de mínima capacidad. Y cuando el carro opera con gas y le meten el tanque de gas en el baúl, allí no cabe ni una caja de fósforos.En cambio, los carros de Uber son casi todos de alta gama y por lo tanto cómodos, con aire y maletero amplio. Además sus conductores son educados y bien presentados. Mejor dicho, el servicio que presta Uber es superior al de los taxis tradicionales. Y mientras eso sea así, tendrá una clientela asegurada. Con lo cual, la salida no es prohibirlo. Lo que tienen que hacer los taxistas, en lugar de emprenderla con esta competencia que les ha surgido, es mejorar el servicio que prestan. Comenzando por dejar de salir a trabajar en camisa de esqueleto, bermudas y chanclas, como lo hacen muchos, prender el aire y manejar de una forma civilizada. Y el gobierno en lugar de prohibir ese servicio, debe regularlo y garantizar que las dos modalidades puedan competir en condiciones de igualdad. Para ello debe exigir a los ‘Uber’ que paguen un cupo como el que pagan los taxistas. O, mejor, acabar con el famoso cupo que es gran fuente de corrupción. Pero prohibirle a la gente que use un servicio bueno para obligarla a que utilice uno peor es como si cuando aparecieron los pañales desechables el gobierno los hubiera proscrito y hubiera obligado a las madres a seguir usando el pañal de tela.PD: Yo también soy Charlie

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