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Otro pastor para Cali

Cuando me enteré que el Vaticano nombró a un...

16 de julio de 2010 Por: Diego Martínez Lloreda

Cuando me enteré que el Vaticano nombró a un nuevo arzobispo para Bogotá, la primera pregunta que se me vino a la cabeza es por qué no se ha tomado una decisión similar para Cali.Aquí el relevo es más urgente pues, con todo respeto, se ve mucho más entero y lúcido monseñor Pedro Rubiano, el saliente arzobispo de la capital, que nuestro arzobispo Juan Francisco Sarasti. Como católico y como caleño me preocupa profundamente el vacío de liderazgo que experimenta la Iglesia Católica en la ciudad. Luego de tener pastores tan claros, tan carismáticos e influyentes como el propio Rubiano o Isaías Duarte, de un tiempo para acá la Iglesia de Cali parece estar acéfala. Y es que monseñor Sarasti no se ve en las condiciones necesarias para ser el guía espiritual de una ciudad tan compleja como la nuestra. Ese vacío de liderazgo se palpa en muchos escenarios. Por ejemplo, en el avance de otras iglesias que cada día ganan mayor espacio en la ciudad y le sonsacan fieles al catolicismo, fundamentalmente gracias a que allá sí hay pastores que le llegan a la gente. En el manejo que la Iglesia Católica caleña le ha dado, o quizás no le ha dado, al caso de los sacerdotes acusados de cometer abusos sexuales, también se ha notado la ausencia de un líder de peso en esa institución. Estoy seguro de que monseñor Duarte Cancino le habría dado la cara a la ciudad y habría sancionado de forma ejemplar a quienes se valieron de su condición sacerdotal, para aprovecharse de unos menores de edad. Pero aquí las jerarquías eclesiásticas han pasado de agache y en algunos casos se han limitado a reubicar a los acusados en parroquias menos visibles, donde se corre el peligro de que sigan haciendo de las suyas. No se puede satanizar a la Iglesia por las barbaridades que cometen unos cuantos de sus sacerdotes. Pero sí es realmente imperdonable que esos degenerados, no les cabe otro calificativo, no reciban la sanción que se merecen de la institución que tanto han perjudicado con sus actuaciones. Nada le hace más daño a la Iglesia que una actitud tan tibia frente a unos hechos tan atroces.Aquí el que ha puesto la cara frente a este espinoso tema es el sacerdote José González, que -por otra parte- es el único vocero visible que tiene la Iglesia en la ciudad. El padre José, quien me merece la mayor consideración por la labor que hace con los Samaritanos de la Calle, sí pidió perdón públicamente por las embarradas de sus colegas y condenó esos hechos. Pero él no puede ir más allá de ese acto de contrición, porque no está investido de ninguna autoridad. Simplemente le ha tocado salir a asumir una responsabilidad que sus superiores eludieron. Me dicen que ya el Vaticano dio un primer paso para relevar a monseñor Sarasti, que es el nombramiento como obispo coadjutor de Darío de Jesús González. Ello no es suficiente, porque ante la comunidad, el jefe de la Iglesia local sigue siendo el actual Arzobispo.Los caleños debemos estar muy agradecidos por los servicios que monseñor Sarasti ha prestado a la ciudad. Pero él ya cumplió su misión y es hora de que asuma el mando de la Iglesia caleña un pastor que esté en plena capacidad de orientarla, para que supere los difíciles retos que afronta.

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