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Orden del ‘Cabellero’

Una gran lambonada o una enorme lagarteada. Eso es lo que suele haber detrás de la mayoría de condecoraciones que se otorgan en este país.

27 de julio de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

Una gran lambonada o una enorme lagarteada. Eso es lo que suele haber detrás de la mayoría de condecoraciones que se otorgan en este país.

Las condecoraciones son un anacronismo que se suelen repartir sin ningún rigor. Y que debían haber desaparecido hace rato. Por la simple razón de que a nadie hay que premiarlo por cumplir con su deber. Y si no lo cumple, menos.

Me producen entre pena ajena y risa esos personajes a los que las fuerzas vivas de la comarca deciden homenajear. Llenan un salón de algún club social y después viene una sucesión interminable de discursos donde un selecto grupo de lagartos exalta el “aporte invaluable” que el homenajeado ha hecho a la región.

Paso seguido a este le corresponde agradecer el “inmerecido” homenaje de que ha sido objeto. El acto finaliza con la avalancha de condecoraciones que entregan la Gobernación, la Alcaldía, el Concejo, la Asamblea, El Comité Empresarial, la Unidad de Acción Vallecaucana, los Rotarios y el Club de Leones. El homenajeado termina sepultado por ese montón de ampulosas e “invaluables” latas y con aspecto de general de la guerra de los mil días.

El tema de las condecoraciones se ha vuelto ‘viral’, como dicen ahora, debido al homenaje que le tributaron esta semana a Norberto, peluquero del jet set bogotano, a quien el Congreso otorgó la Orden de Gran Caballero.

Mucha gente ha puesto el grito en el cielo porque considera que se están ‘perrateando’ ese galardón al entregárselo a Norberto. Error. Esa condecoración está ‘perrateada’ hace rato.

Puede que Norberto no haya hecho mayor mérito para ser homenajeado, más allá de una impecable depilación o unos buenos rayitos. Pero al menos él, hasta donde sé, se gana su dinero honestamente. Porque el Congreso ha condecorado a mucho pícaro.

Sin ir más lejos, el narcotraficante Justo Pastor Perafán, poco antes de que la DEA le pusiera sus ‘rolex’ y lo extraditara a EE. UU., recibió la misma condecoración que Norberto.

Buena parte de los parlamentarios que cayeron en el Proceso 8.000, en la parapolítica, en los sobornos de Odebrecht y en la interminable lista de escándalos en los que se han visto involucrados los padres de la Patria, previamente han recibido la Orden del Gran Caballero del Congreso.

Sí, la condecoración a Norberto es un oso gigante promovido por una clienta agradecida (o que aspira a significativos descuentos en los próximas idas al salón de belleza). Pero al menos no es un agravio a la sociedad.

De todas formas, me parece que lo justo y adecuado hubiera sido darle a Norberto no la orden del gran Caballero sino la del gran Cabellero.

Lo que resulta paradójico es que al estilista lo condecoraron por “su contribución a la belleza tanto en Colombia como en el extranjero” pero, la verdad, no parece haber contribuido mucho a la belleza de la promotora de ese reconocimiento. Lo que, ipsofacto, pone en primera línea de potenciales homenejados por la senadora a Alfonso Riascos y Lina Triana.

Eso sí, con esa condecoración se sentó un precedente funesto: así como la senadora Rosmery Martínez decidió condecorar a su peluquero, a Roy Barreras puede ocurrírsele exaltar a su urólogo, a Horacio Serpa antojársele premiar a su mecánico y a Viviane Morales destacar a su monaguillo.

¡Qué pena con el urólogo, el mecánico y el monaguillo!

Sigue en Twitter @dimartillo

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