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Ojo con las laderas

Colombia es un país de tragedias anunciadas. Lo fue la de Armero, en donde buena parte de sus habitantes sabían del riesgo que corrían por una posible crecida del río Lagunilla, que atravezaba la población. Pero las alarmas no se atendieron, lo que le costó la vida a más de 20.000 personas.

20 de abril de 2017 Por: Diego Martínez Lloreda

Colombia es un país de tragedias anunciadas. Lo fue la de Armero, en donde buena parte de sus habitantes sabían del riesgo que corrían por una posible crecida del río Lagunilla, que atravezaba la población. Pero las alarmas no se atendieron, lo que le costó la vida a más de 20.000 personas.

También fueron tragedias anunciadas las de Mocoa, donde otra avalancha generada por unos ríos mató a 300 personas, y la de Manizales en donde el derrumbe de una loma cobró más de 20 víctimas mortales.

Pues Cali no está blindada contra esas tragedias anunciadas. Hace mucho se viene advirtiendo sobre la catástrofe que ocurriría si se rompe el jarillón del río Cauca. Por fortuna, por fin las autoridades y la población en general han comprendido la magnitud del riesgo y se han acelerado las obras de reforzamiento del dique, así como la evacuación de las familias asentadas sobre él. Aunque todavía quedan por evacuar unas 6.000 familias.

Al que no se le han parado muchas bolas es al riesgo que se presenta en las laderas de la ciudad. Allí ha ocurrido un desbordado proceso de urbanización ilegal, al punto de que según cálculos de Corpocerros se han construido más de 62.000 viviendas informales que ocupan 1.308.000 metros cuadrados.

De hecho, esta misma semana debieron ser evacuadas 45 personas que habitan en el sector de la Paz, en el Alto Aguacatal, ante el inminente riesgo de que se les viniera encima el cerro donde habían asentado sus casas.

Los primeros que han promovido la masiva ocupación de los cerros son políticos bandidos apoyados por los dueños de tierras que no tienen mayor valor comercial porque son verdaderos muros y prefieren que les invadan para que el Municipio los indemnice.

Claro que hay un mercado potencial para esas invasiones porque a Cali recalan los desplazados del Pacífico, del Cauca, de Nariño y hasta el Putumayo.

No sólo porque esta es la ciudad más importante del suroccidente del país. Además de eso, en toda esta región del país se ha corrido la voz de que cualquiera que llega a Cali y monta un rancho, el Municipio termina legalizando y dotándolo de todos los servicios. O, incluso, reubicándolo en una vivienda formal.

La verdad, las autoridades caleñas han sido muy permisivas con el tema de las invasiones. En una actitud populista e irresponsable se han hecho los locos con esa progresiva ocupación de los cerros. O simplemente les ha dado culillo frenarla. Como consecuencia de ello, los cerros se llenaron de invasiones. Hay que ver las ciudades que se han levantado en Terrón Colorado o en la Comuna 18, donde todos los días aparecen nuevos ranchos.

Eso ha tenido un enorme costo para Cali. No sólo porque quienes ocupan esas zonas lo primero que hacen es pegarse al poste de la luz y al tubo del acueducto (de ahí que Emcali no facture el 60% del agua que potabiliza), sino que esos asentamientos son caldo de cultivo para toda clase de delitos.

Lo peor es que muchas de esas viviendas informales han sido levantadas sobre terrenos inestables que se pueden venir abajo con cualquier aguacero.

Pueda ser que lo ocurrido en Mocoa y Manizales les abra los ojos a las autoridades para que por fin tomen la decisión de no permitir que se levante una casa más en la ladera.

Ojalá ya no sea demasiado tarde y el día de mañana, en vez de presenciar una nueva tragedia anunciada por tv, la tengamos que ver en vivo y en directo.

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