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No más papas gagás

Lo peor que le puede pasar a alguien es pasar a...

15 de febrero de 2013 Por: Diego Martínez Lloreda

Lo peor que le puede pasar a alguien es pasar a la historia no por lo que hizo en un cargo destacado que desempeñó, sino porque renunció a ese cargo.Eso le está ocurriendo a Benedicto XVI, quien a partir del 1 de marzo próximo volverá a ser Joseph Ratzinger, tras ocho años de gris pontificado.Al margen de las razones que motivaron la renuncia del Papa, no se puede desconocer el valor que tiene esa decisión. Eso sí, no creo que se deba a quebrantos de salud pues Juan Pablo II estuvo mucho más impedido y no dio el paso que acaba de dar Ratzinger. Pero lo cierto es que se requiere tener un talante especial para renunciar al poder y a los privilegios que otorga ser la cabeza del catolicismo.Lástima que Ratzinger no haya mostrado ese talante en su labor como Papa. Ignoro desde el punto de vista teológico cuál habrá sido su aporte, pero su desempeño como pastor de la gleba fue absolutamente apático y frío. Ratzinger es un alemán antipático, tímido dirán sus allegados, y con cero carisma. Se le notaba el esfuerzo que realizaba para hacer cosas que a su antecesor, Juan Pablo II, se le veían divinamente, como ponerse un sombrero de mariachi en México.La verdad es que en estos ocho años la imagen del papado para la gente del común se desdibujó. Sobre todo porque el punto que marcó el Papa polaco, que podría ser muy godo pero le sabía llegar a la masa, fue muy alto. Juan Pablo II le dio una imagen cercana y afable a su pontificado.Ojalá los cardenales encargados de elegir el sucesor de Ratzinger acierten. En estos tiempos, en que la Iglesia pierde adeptos a diario, más que un gran teólogo se requiere un excelente comunicador, con un carisma arrollador, para ocupar el tono de Pedro.Los 119 cardenales que votarán en el Cónclave deben tener en cuenta que la gran reserva de la Iglesia está en América Latina. Y para llegarles a esos 1.200 millones de fieles que posee el catolicismo en esta parte del mundo sería ideal elegir un papa latinoamericano.Como el arzobispo emérito de Sao Paulo, Claudio Hummes; el arzobispo de esa misma ciudad, Odilo Scherer; el cardenal argentino Jorge Bogglio. O, por qué no, el colombiano Ruben Darío Salazar. (Imagino la alegría que tal designación produciría en el país y veo el recibimiento que le tributaríamos a John Jairo I, con desfile en carro de bomberos por las principales vías de Bogotá y homenaje en la Casa de Nariño, donde el Presidente se pondría la sotana ganadora).Otra opción es elegir un papa africano como el cardenal Peter Turkson, de Ghana, o el nigeriano Francis Arinze. ¡Qué tal el golpe de mano que daría la Iglesia al elegir a un papa negro!En los tiempos que corren, la Iglesia no puede darse el lujo de elegir a otro viejito gagá y distante como su cabeza. Se requiere, insisto, un seductor de almas, un papa que le llegue a la gente, que entusiasme a los jóvenes, que viaje alrededor del mundo y sepa usar las nuevas tecnologías de comunicación.El palo no está para cucharas. Los cardenales que participarán en el Cónclave deben tener claro que de su buen criterio depende que la Iglesia recobre el liderazgo espiritual y político que antaño tuvo. O que siga alejada de una comunidad que cada vez busca más a Dios pero cree menos en los intermediarios para llegar a Él.

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