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Mi cuarentena

Soy muy poco dado a tratar temas personales en mis columnas. Hago una excepción porque creo que mi experiencia puede resultarle útil a quien esté pasando por algo similar a lo que yo viví.

9 de abril de 2020 Por: Diego Martínez Lloreda

Mañana completo tres semanas de cuarentena, si contamos los tres días de confinamiento obligatorio que dispusieron las autoridades regionales.

Y digo completo porque aunque los 45 millones de colombianos estamos recluidos en nuestras casas, o deberíamos estarlo, esta es una experiencia absolutamente personal.

Ayer, por ejemplo, hablaba con un amigo que trabaja para una multinacional y vive en las afueras de la ciudad. El hombre está dichoso. Dice que como a todos los que adoptamos la modalidad del teletrabajo, está camellando más que nunca porque desconectarse bajo ese sistema es difícil. Pero también cuenta que está aprovechando el tiempo como nunca. Como es músico e interpreta varios instrumentos pasa de tocar el órgano, al violín, al piano, toma clases virtuales con un gran profesor, ve Netflix.

Por supuesto este amigo puede ser la excepción. Para la mayoría de la gente esta ha sido una experiencia muy dura. No quiero referirme a gente que vive en situaciones extremas en sectores populares y a la que le toca permanecer hacinada en una habitación caliente y mal aireada. Y además con hambre. Para estas personas esto es el mismo infierno.

No, quiero hablar de mi caso, una persona trabajadora normal, acostumbrada a su rutina laboral y a llevar una vida común y corriente pero que goza de ciertas comodidades que deben hacer más llevadera esta situación. Lo que ocurre es que en el estado de ánimo que uno tiene en este momento inciden el entorno, los factores externos, pero también el mundo interior.

Y acontece que yo soy un tipo acelerado, hiperactivo al que tenía que afectar este frenazo, no necesariamente laboral porque también he trabajado más que nunca, sino de dinámica de vida. Además, cuando el ánimo se afecta, se bajan las defensas físicas y las emocionales. Y los fantasmas que lo andan acechando aprovechan para intentar devorárselo.

Los primeros días del encierro los pude sobrellevar manteniendo un ritmo frenético. Sin tener un segundo de pausa. Me bañaba, desayunaba, convocaba la primera reunión de trabajo, luego aspiraba la casa, hacía el almuerzo, lavaba los platos, convocaba la reunión del Podcast que hacemos todos los días, pasaba a la reunión de cierre, luego revisaba el periódico, citaba a la reunión de planeación de la tarde, cerraba el periódico y finalmente hacía la comida.

Por supuesto a los tres días funcionando a este ritmo reventé. Y me sumergí en una crisis de ansiedad. No podía dormir ni comer, ni concentrarme en mis actividades.

Pero entonces comenzó a manifestarse Dios. Primero me envío a un viejo amigo de quien no tenía noticia hace años, a pesar de profesarle profundo aprecio: Gonzalo Gallo. Gonzalo, no hay que decirlo, es un ser evolucionado, profundamente espiritual que me enseñó la magia de la relajación. Desde entonces todos los días hago una pausa de 20 minutos y mientras escucho una música maravillosa intento comunicarme con Dios. Lo cierto es que al cabo de esos veinte minutos soy otro.

Esa ayuda fue muy importante pero no la única. A los pocos días, Dios me envió otro ángel. Otro viejo amigo del cual no tenía noticia hacía rato y apareció en el momento preciso. Este amigo es médico, infectólogo para más señas y por supuesto un profundo conocedor de la pandemia que estamos padeciendo.

Pues este buen amigo, que siempre está al alcance del teléfono, no solo me ha ayudado a despejar cantidad de dudas sobre este virus, lo cual por supuesto contribuye a tranquilizarme, sino que me contactó con otra profesional que ha sido definitiva en mi recuperación.

Desde el punto de vista médico tengo una virtud que muchas personas no poseen: sé cuándo necesito ayuda. Muchos seres humanos no tienen esa capacidad y se niegan a buscar apoyo lo que, por supuesto, dificulta su recuperación. Pues desde hace una semana estoy en las manos de esta profesional, que me ha dado las pautas para manejar esta situación y hoy puedo manifestar que superé la crisis.

Soy muy poco dado a tratar temas personales en mis columnas. Hago una excepción porque creo que mi experiencia puede resultarle útil a quien esté pasando por algo similar a lo que yo viví.

Además, me tomo el atrevimiento de dar unos consejos que ojalá le evite a alguien cometer los errores que yo cometí. Primero hay que aceptar que esta es una situación anormal que nos puede alterar gravemente la estabilidad mental. No caigan en el error de embarcarse en una carrera frenética para tener la mente distraída porque tarde o temprano revientan.

Segundo, así como uno prepara el entorno para afrontar esta temporada, también debe preparar su mundo interior. Tercero no se engañe, esta es una situación difícil de la cual puede sacar profundas enseñanzas siempre y cuando antes asimile la complejidad de esta realidad. Y por encima de todo, si siente que la situación lo desborda, busque ayuda. Entre más pronto la tenga, más rápida será la recuperación.

Y un consejo adicional: es importante mantenerse informado de la evolución de la situación, de las medidas que toma el gobierno, de las decisiones económicas. Pero no se obsesione. Dedique un tiempo a informarse, ojalá por medios creíbles, pero ocupe la mente en otras cosas: un buen libro, una película, un juego de mesa, un crucigrama.

Y recuerde que la vida, tarde o temprano, retomará su cauce.

Sigue en Twitter @dimartillo

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