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Infractores o criminales

Menores infractores. Ese es el eufemístico nombre que las autoridades les dan...

18 de octubre de 2013 Por: Diego Martínez Lloreda

Menores infractores. Ese es el eufemístico nombre que las autoridades les dan a quienes delinquen sin tener aún cédula de ciudadanía. Muchos de los cuales son consumados criminales. Debido, precisamente, al manejo compasivo que el Estado le da al lío de los ‘menores infractores’ este se salió de madre. A inicios de esta semana los internos del ‘Centro de Formación Juvenil’ (segundo eufemismo) Valle del Lili protagonizaron un motín y 49 de ellos se fugaron. Lo cual se ha vuelto habitual pues este año ‘los menores infractores’ de la Valle del Lili ya han efectuado tres zafarranchos, en los cuales 166 se fugaron. Para las condiciones en que esos menores permanecen, las fugas han sido pocas. La seguridad en el centro es mínima y la vigilancia está a cargo de unos religiosos y de unos profesores que poco pueden hacer para controlar a semejante horda. El Icbf, la Policía y el Municipio se tiran la pelota por el caos en el que se ha convertido ese ‘Centro de Formación’. Y todos pueden tener parte de culpa. Pero el problema es estructural. Y radica en la insistencia de nuestra legislación en tratar como angelitos a quienes no lo son. La única forma de solucionar la papa caliente en la que se han convertido, en todo el país, esos ‘menores infractores’ es cambiando la legislación. Lo primero que hay que hacer es acabar con la edad mínima de imputabilidad penal, para que todo individuo, al margen de su edad, responda por los actos que comete.Un muchacho de 14 o 15 años es consciente de lo que hace. Y no hay razón para darle un trato diferente que a uno de 18. Por eso, cuando delinque debe caerle todo el peso de la ley. En los países serios así ocurre. En Estados Unidos, por ejemplo, están a punto de condenar a cadena perpetua a un joven de 13 años que asesinó a su hermano.Entiendo que la inimputabilidad penal de los menores se estableció para proteger a este segmento de la población. Pero resulta que esa medida se ha convertido en la mayor amenaza para los jóvenes. Miles de colombianos adolescentes se han convertido en gatilleros de las organizaciones criminales, quienes los reclutan con facilidad porque convencerlos de que maten es sencillo. Por la sencilla razón de que los menores saben que la sanción que les impondrán por ese crimen es mínima. No es raro, entonces, que en Valle del Lili haya pelados con diez muertos encima. El problema es que en Colombia seguimos legislando para ángeles. Y que a la hora de aprobar las leyes lo hacemos pensando en cómo quisiéramos que fueran las cosas y no en cómo son en realidad. Para evitar que tantos menores sigan el camino del crimen urge crear una verdadera política de juventud, que aleje a los muchachos de las malas tentaciones. Pero a quienes insistan en delinquir hay que dejarlos de llamar ‘menores infractores’ y tratarlos como criminales, aplicándoles sanciones proporcionales a sus faltas. Y recluyéndolos en cárceles de verdad. Infractor es alguien que se pasa un semáforo en rojo. El que mata a cinco personas es un asesino. Tenga la edad que tenga. Y como tal se le debe tratar.Más que pensar en proteger a quien tiene semejante prontuario, el Estado debe preocuparse por proteger a la sociedad de ese tipo de individuos.

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