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Epidemia Mundial

Sin exagerar, algunas de las mayores alegrías de mi vida, y de las peores tristezas, me las ha causado Millonarios.

25 de noviembre de 2022 Por: Diego Martínez Lloreda

“La vida no tiene sentido, no vale la pena seguir viviendo”.

Estas palabras fueron pronunciadas, entre sollozos, por una bella mujer, exitosa profesional, feliz madre de dos hijos, hija de unos padres amorosos y, además, casada con un hombre que la ama y le da todo el gusto del mundo. Es decir, alguien que tiene todas las razones para vivir cien años.

Y no las pronunció porque se hubiera quedado sin trabajo, ni porque tuviera un ser querido enfermo, ni porque la robaran.

El motivo de su dolor es algo que, para quien no lleve el fútbol en sus venas, resulta banal: su equipo del alma, su Mecha, acababa de descender a la B. Algo parecido le ocurrió a otro fanático de los Diablos a quien llamé con la intención de burlarme por ese revés deportivo y, al verlo totalmente destrozado, terminé consolando.

Insisto, para quien no le interese el fútbol, y no sea fanático de algún equipo, esas reacciones son absurdas. Pero para quienes estamos contagiados por ese virus, son totalmente normales.

Yo soy hincha del que durante mucho tiempo fue el mejor equipo del fútbol colombiano: Millonarios.

Aprendí a amarlo desde muy niño, pues mi padre, hincha furibundo de ese equipo, me llevaba al Campín a verlo, desde que yo tenía 3 añitos. Es decir, hace casi 60 años.

Claro que hay que precisar que don Rodolfo Martínez era hincha del Millonarios del Dorado, del de Pedernera, Di stefano, Cossi, etc., cuando el ‘Ballet azul’ era uno de los mejores equipos del mundo. Ser seguidor de ese ‘dream team’ era fácil.

Sin exagerar, algunas de las mayores alegrías de mi vida, y de las peores tristezas, me las ha causado Millonarios. Quizás la mayor de todas las alegrías fue el título del 2017, logrado tras vencer al rival de patio, Santa Fe, con un golazo cuando faltaban tres minutos para acabarse el partido. Fue tal la felicidad, que estuve a punto de tatuarme en un brazo el nombre de Henry Rojas, autor de esa hazaña.

Las tristezas son innumerables, quizás más que los festejos, pero esos reveses a los hinchas se nos olvidan pronto.

¿Pero por qué el fútbol genera semejante pasión? Como no soy sociólogo ni sicólogo, intentaré responder como hincha. En primer lugar, la relación que uno tiene con el equipo que sigue es como el amor que uno le profesa a su pareja: en esa relación hay alegría, frustración, dolor y, claro, orgasmos. Puedo dar fe de que lo que sentí con el gol de Henry Rojas fue algo muy parecido a un buen polvo.

Por otra parte, la pasión por un equipo es de los lazos más sólidos que uno puede tener con un amigo, con un hermano, pero, sobre todo, con un hijo. Juan Diego, mi hijo, por fortuna es tan o más fanático de Millonarios que yo. Cuando el equipo gana, podemos estar hablando de esa gesta durante horas. Y cuando pierde, rompemos toda comunicación hasta el siguiente partido.

Y no puede ser de otra forma. Uno a un hijo le perdona que tenga otra ideología, otra religión, pero que sea hincha de un equipo diferente al de uno es imperdonable. Es más, considero una falla grave en la educación de un hijo que este resulte hincha de otro equipo. Y si es del equipo rival al de uno, ni se diga.

En fin, el fútbol es mucho más que un deporte, es una pasión, un delirio, una enfermedad de la cual no me quiero curar nunca.

PD. ¡Millonarios será campeón!

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