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Entre el odio y el miedo

En verdad me ha sorprendido en los últimos días observar que personas, en apariencia sensatas, pregonan sin rubor que votarán por Gustavo Petro.

14 de junio de 2018 Por: Diego Martínez Lloreda

“Si Petro es el acabose, ¿por qué tanto santista y fajardista de centro anda contemplando votar por esa opción? El odio a Álvaro Uribe. Estarían dispuestos a hundir a Colombia, antes que permitirle a Iván Duque ser Presidente. Sí, Duque, no Uribe. No recuerdo un mayor irrespeto a un candidato presidencial como el que ha tenido que soportar Duque”.

Este es un aparte de la columna que publicó, en Semana, Alfonso Cuéllar, y que, en medio del río de tinta que ha corrido durante la campaña electoral, encuentro que ha sido uno de los escritos más atinados.

En verdad me ha sorprendido en los últimos días observar que personas, en apariencia sensatas, pregonan sin rubor que votarán por Gustavo Petro. Y aunque tratan de justificar su decisión con toda clase de argumentos se nota a leguas que la única razón para dar ese paso es la inquina que les genera Uribe.

Ese odio visceral los ha llevado a tragarse entero el único argumento que Petro y los demás rivales de Duque han expuesto en su contra en esta campaña: que es un títere del expresidente.

Para justificar tal hipótesis se remontan a lo que ocurrió con Juan Manuel Santos. De acuerdo a esa visión, Uribe terminó en la oposición del actual gobierno porque Santos se negó a ser el títere del expresidente. Y por tanto a Duque no le quedan sino dos caminos: o ser una marioneta de Uribe o tracionarlo, como hizo Santos.

Nada más alejado de la realidad. Para comenzar, el distanciamiento entre Santos y Uribe se produjo porque el actual presidente utilizó al uribismo para llegar al poder y tan pronto lo logró dio un giro de 180 grados. Santos no solo se alió con los enemigos de Uribe sino que gobernó con unos principios opuestos a los que usó para hacerse elegir.
En un país serio, semejante engaño hubiera bastado para destituir a Santos, porque la gente elige más que a una persona, unas ideas. Pero ese es otro problema.

Duque no está ante ningún dilema. A lo que aspiran Álvaro Uribe y el uribismo es que gobierne con los mismos derroteros con los que se hizo elegir. Y que no convoque a gobernar a los enemigos. Simple.

Como dice Alfonso Cuéllar, constituye un total irrespeto, además de un profundo desconocimiento de la condición humana, pensar que una vez en el poder Duque se va a sentar a recibir las órdenes. Estoy seguro de que Uribe, que de tonto no tiene un pelo, no está esperando eso. Él lo que aspira es a que Duque sea coherente con las ideas que ha defendido en esta campaña.

Resulta desconcertante que gente sensata se haya dejado enredar con ese argumento y que ese deslumbramiento le impida ver el verdadero riesgo que enfrenta este país. Y es que a Petro hay que temerle no por lo que dice que hará, ni por lo que creemos que hará, sino por lo que ha hecho.

Su pasado violento, su confesa simpatía por el chavismo, la arrogancia, politiquería e incompetencia con la que gobernó en Bogotá, sus delirios autocráticos y mesiánicos así como las amenazas que profirió antes de ponerse la máscara de adalid de la moderación, son razones contundentes para paniquearse ante la perspectiva de tener a Petro en la Presidencia.

No lo duden, con Petro Colombia se expone a tener un presidente, como dice Alfonso Cuéllar, tan inestable “como la criptomoneda de Maduro que lleva su nombre”.

Tenaz que el odio les impida a algunos ver esa realidad diáfana.

Sigue en Twitter @dimartillo

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