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Cali se mamó del paro

El reflejo de la fatiga que hay alrededor de estas movilizaciones es que en las marchas del miércoles participó un 30% de personas respecto a las que salieron a la calle el 21N. La estimación no es mía sino de la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez.

5 de diciembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Estamos tan mamados de los paros, el 90% de los colombianos, que espero que esta sea la última columna que dedico a este tema.

El reflejo de la fatiga que hay alrededor de estas movilizaciones es que en las marchas del miércoles participó un 30% de personas respecto a las que salieron a la calle el 21N. La estimación no es mía sino de la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez.

No sé si esa sea la proporción. Lo incuestionable es que antier salió a protestar muchísima menos gente que en la primera jornada del paro nacional. Por varias razones. La primera, la gente se cansó de la protestadera y muchos que salieron el 21N a marchar con entusiasmo aquel día, el miércoles se quedaron en la casa o se fueron a trabajar.

El famoso Comité del Paro se equivocó de cabo a rabo al pretender prolongar indefinidamente la protesta. Esos dinosaurios del sindicalismo estaban convencidos de que con esa decisión iban a presionar más al gobierno para hacer cumplir sus pretensiones.

Pero ocurrió exactamente lo contrario. Si hubieran plantado en el 21N, día en el que sin duda las manifestaciones fueron multitudinarias, el mensaje para el Gobierno habría sido más contundente.

De hecho lo fue. Tanto así, que en la Ley de Crecimiento metió varios artículos que traen claros beneficios para el ciudadano del común, como la devolución del IVA a los más pobres, los tres días sin IVA o la disminución del aporte en salud a los pensionados que devengan la remuneración mínima.

Pero al persistir en las movilizaciones, el mensaje se ha ido diluyendo y ha quedado la sensación que los protestantes constituyen una ínfima minoría constituida por los sindicatos, que no representan ni el 3% de los trabajadores del país, los estudiantes de las universidades públicas, los maestros y uno que otro revoltoso.

Otra cosa que ocurrió fue que la mayoría de los colombianos se asustaron con las movilizaciones del 21N y con los actos vandálicos que siguieron. Pero la gente ha ido reaccionando y el susto se le ha ido quitando.

Ayer en Cali, por ejemplo, en el Centro y en gran parte de la ciudad se vivió una completa normalidad. El comercio y la mayoría de empresas trabajaron de forma habitual.

El problema se presentó en algunos accesos a la ciudad donde grupúsculos de personas bloquearon las vías, impidiendo la movilización de quienes trabajan en Cali y viven en ciudades como Yumbo, Candelaria o Palmira.

Esos bloqueos se prolongaron debido a la actitud, prudente para unos y timorata para otros, de las autoridades, que quisieron evitar choques. Pero en la tarde se levantaron por voluntad propia o por la intervención del Esmad.

Y como en otras ciudades, en varios puntos de Cali la comunidad se enfrentó a los manifestantes, exigiéndoles que desbloquearan las vías.

Quienes más rechazan este recurrente paro son precisamente quienes los promotores del mismo dicen defender: los pequeños comerciantes y los trabajadores independientes que son los que están sintiendo en sus bolsillos las consecuencias de estas convocatorias.

El riesgo que se corre, si el arrogante Comité del Paro persiste en convocar protestas, es que se generalicen los conflictos entre los manifestantes, que cada vez son menos, y quienes están mamados de los bloqueos, que cada vez somos más.

Sigue en Twitter @dimartillo

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