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Asesinatos, a la baja, pero...

Mientras aquí sacamos pecho porque bajamos de los 50 muertos por 100 mil habitantes, en Bogotá la tasa es casi la quinta parte, 12,7 asesinatos por 100 mil habitantes.

4 de enero de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

En el 2018, Cali logró, por fin, romper la barrera de 50 homicidios por cada 100 mil habitantes y cerró el año con una tasa de 47,3 homicidios por cada 100 mil habitantes, con un total de 1157 asesinatos.

Tan importante como ese hecho es la tendencia. Y es que a partir del 2014 la cifra de homicidios ha venido a la baja. En el 2013 fueron asesinadas en Cali 1931 personas, ¡casi 800 personas más que en el 2018!

En el año 2014, durante el gobierno de Rodrigo Guerrero, logró quebrarse la tendencia al alza que traía esa tenebrosa estadística. Ese año, la cifra de asesinatos cerró en 1515, más de 400 muertos menos que el año precedente.

En el 2015, la cifra bajó a 1378, en el 2016 llegó a 1288, en el 2017 a 1242 y el año pasado cerró en 1157. O sea que no se puede desconocer que se ha avanzado de forma significativa en el propósito de bajar la cifra de homicidios.

Miremos la parte negativa: en Bogotá, que tiene cuatro veces la población de Cali, en el 2018 ocurrieron 1041 muertes violentas, es decir, 116 menos que en la capital del Valle.

A nivel estadístico, la comparación es más dramática: mientras aquí sacamos pecho porque bajamos de los 50 muertos por 100 mil habitantes, en Bogotá la tasa es casi la quinta parte, 12,7 asesinatos por 100 mil habitantes.

Cuesta trabajo entender por qué esa diferencia. ¿Será que en Bogotá no hay microtráfico, oficinas de cobro, pandillas y ladrones?, ¿será que los rolos son más tolerantes?, ¿será que allá se respeta más la autoridad que acá?

La respuesta puede estar por el lado de los recursos. Mientras el presupuesto de Cali ronda los $3 billones, el de Bogotá es de $24,6 billones, ¡8 veces el de Cali! Entonces, allá hay mucha más plata para inversión social y para seguridad.

La única forma de compensar ese desbalance económico es convenciendo al Gobierno Nacional de que los líos de seguridad de Cali no son un problema local sino de todo el país. Primero, porque Cali es la receptora de todos desplazados por la violencia del Suroccidente, que es una de las zonas más problemáticas de Colombia.

Segundo, por la proximidad de la ciudad con Cauca y Nariño donde se produce el 40 % de la coca del país. Y tercero porque la estadística de Cali afecta y altera la estadística nacional.

El secretario de Seguridad, Andrés Villamizar, está empeñado en lograr el apoyo de la Nación. No podemos dejarlo solo en esa labor. Urge que lo apoyen los congresistas de la región, los gremios y todo aquel que pueda hacerse oír en el gobierno central.

Cali requiere de más policías —uniformados y encubiertos—, de más cámaras de seguridad, de más radiopatrullas. Y por supuesto de más recursos para ampliar programas como el de los gestores de paz, mediante el cual se ha logrado sacar de las garras de las pandillas a cientos de muchachos.

Algo que es impensable en esta ciudad, en la que la gente es tan propensa a resolver a las malas sus diferencias, es facilitar que los ciudadanos se armen. Entiendo la preocupación de muchos ciudadanos que se sienten inermes frente a los bandidos, pero sin duda entre más gente armada haya, más muertes se producirán.

De hecho, más del 70 % de los homicidios que ocurren en Cali se cometen con arma de fuego. Entonces, para poder aspirar a tener una tasa de homicidios como la de Bogotá, a los caleños no hay que armarlos sino desarmarlos.

Sigue en Twitter @dimartillo

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