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25 años de la narcoelección

¿En qué se parecen Betty la fea y Ernesto Samper? En que ambos quieren aprovechar que ha pasado una generación desde que estuvieron ‘al aire’ para intentar reencaucharse.

15 de agosto de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

¿En qué se parecen Betty la fea y Ernesto Samper? En que ambos quieren aprovechar que ha pasado una generación desde que estuvieron ‘al aire’ para intentar reencaucharse.

Con una gran diferencia: mientras la versión que están emitiendo de Betty hoy es la misma que proyectaron hace 20 años, Samper pretende venderles a los jóvenes y a los desmemoriados de este país una historia diferente de lo que aconteció en su gobierno.

Prueba de ese propósito es este tweet que puso en días pasados: “Maravillosa celebración de los 25 años de mi gobierno. Recordé que tuve un equipo formidable que me acompañó en medio de las tempestades que desataron mis enemigos para ponerle zancadilla al gobierno social más efectivo que tuvo el país en la segunda mitad del Siglo XX”.

Constituye un acto de la mayor desvergüenza, y de total irrespeto con el país, que Samper ose celebrar los 25 años de su llegada al poder, aupado sobre los dineros del Cartel de Cali. Porque ese gobierno pasó a la historia no por sus presuntos logros sociales, sino por haber recibido siete millones de dólares del Cartel de Cali durante la campaña que lo llevó al poder.

La entrada de esos dineros de la mafia a la campaña samperista nadie la cuestiona. Ni siquiera el propio Samper. Y esa comprobación debió haber bastado para que este personaje se cayera de la Presidencia.

Pero, con el cinismo que lo caracteriza, Samper intentó eludir su responsabilidad con su famosa frase de que “si algo ocurrió, fue a mis espaldas”. Y procuró centrar el debate en si el mayor beneficiado del ingreso de la llegada de esos dineros calientes tenía o no conocimiento de ese hecho. (Como si alguien entrega semejante millonada a una campaña sin cerciorarse de que el candidato se entere).

De todas formas, ese no era el punto. Bastaba la comprobación de la narcofinanciación de la campaña samperista para que esa elección perdiera toda legitimidad. Pero Samper no solo no renunció, sino que decidió atornillarse al poder, con un enorme costo para el país, que en todo el Planeta pasó a ser visto como una narcodemocracia.

Para ello contó con la complicidad del Congreso, que, gracias a los ríos de mermelada que repartió Horacio Serpa, cómplice mayor de Samper, lo absolvió en el juicio más espurio de la historia nacional. De verdad, no entiendo cómo el jefe de esa narcodemocracia se atreve a conmemorar ese triunfo sucio.

Pero Samper no se contentó con esa elección contaminada y con haber podido terminar un período que jamás debió concluir, sino que lleva un cuarto de siglo metiendo sus narices en la política nacional. Durante este tiempo sus actuaciones han sido tan nefastas como las que tuvo en los cuatro años que permaneció en la Presidencia.

Por ejemplo, fue el gran gestor de la candidatura a la Alcaldía de Bogotá de Samuel Moreno Rojas, el autor del peor asalto a las arcas bogotanas en toda la historia de la ciudad.

Y, para completar, se convirtió en uno de los grandes defensores de la dictadura chavista, al punto que se prestó para ser secretario de Unasur, el organismo que Chávez creo para legitimar su régimen.

Mejor dicho, en un país en el que los políticos nefastos han pululado, Ernesto Samper bien puede llevarse la corona como el más nefasto, no solo de la segunda mitad del Siglo XX, sino de toda nuestra historia republicana.

Sigue en Twitter @dimartillo

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