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Realidad aérea

El caos en nuestros aeropuertos no es culpa exclusiva de los controladores,...

29 de febrero de 2012 Por: Carlos Porges

El caos en nuestros aeropuertos no es culpa exclusiva de los controladores, ni de las aerolíneas, ni del clima. El sistema de transporte aéreo es complejo y finamente balanceado. Cuando funciona es como un ballet. Con cualquier desbalance se cae cual castillo de naipes. El sistema puede ser más seguro e inmune a trastornos, pero debemos entender que la seguridad aérea cuesta plata. El peso ahorrado hoy seguro lo pagamos mañana, pero en vidas.Todo pasajero quiere llegar rápido y seguro a su casa. Tal vez no sepa que hay más riesgo de un error humano cuando una persona trabaja tantas horas que está fatigada y estresada porque no ve a su familia, y tan mal remunerada que no puede pagar sus cuentas. Infortunadamente, esa es la realidad para los pilotos y controladores de nuestro país. Esto, en parte, se debe a la tendencia del usuario a decidir qué pasaje comprar basado en la diferencia más ínfima de pesos, reduciendo a su mínima expresión el margen de utilidad de las aerolíneas. El día en que al pasajero tenga una emergencia es cuando reza que sus pilotos y controladores sean los mejor seleccionados, menos estresados, mejor entrenados, mejor pagos y más felices. Como usuarios y ciudadanos nos merecemos los mejores pilotos y controladores. Y eso es caro, así de sencillo.Operar una aerolínea requiere eficiencia total. Antes de cada vuelo se verifica que la tripulación tiene justo el tiempo de descanso requerido, o que le queden justo las horas disponibles para hacer el vuelo, que el avión llegue a la puerta de salida justo cuando otro avión partió, que cada uno de sus miles de componentes esté justo dentro de su intervalo de mantenimiento, que tenga la gasolina justa y no demasiada, que el personal del equipaje y limpieza estén presentes, y que un mecánico esté a la mano, todo para que el avión esté el mínimo tiempo en tierra. Decenas de computadores deben comunicarse perfectamente. La infraestructura de aeropuertos, aerovías, y radioayudas debe estar funcional, y ojalá no bajo ataque de la narcoguerrilla. Y, claro, el clima debe cooperar. Un jet en tierra es una hemorragia de dinero para la aerolínea. También lo es la tripulación que espera en una ciudad un avión que no llegó, como estaba previsto, de otra. Los aviones y pilotos quedan fuera de lugar y de cronograma: se cae el castillo de naipes cuando se cancela un vuelo. Pero lo que agrava la situación en Colombia es que la aerolínea más grande insiste en hacer de Bogotá un ‘hub’ por donde todo vuelo debe pasar. En un día perfecto es eficiente y conveniente para la aerolínea, pero la deja muy vulnerable a cualquer problema. Y en Bogotá hay muchos: el aeropuerto, los controladores, y las radioayudas son insuficientes, el clima es fatal, y la geografía no perdona. Cada problema allí reverbera desproporcionadamente por todo el país. Necesitamos una aerolínea no ‘Bogocéntrica’, con una red menos vulnerable y más confiable para sus clientes.