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Gobernar y desgobernar

Querer no es poder. Miremos esta bella Autonomía catalana. Hay un señor a quien llaman Puigdemont.

24 de octubre de 2017 Por: Carlos Mejía Gómez

Querer no es poder. Miremos esta bella Autonomía catalana. Hay un señor a quien llaman Puigdemont. Es Presidente de la Generalitat, como han sido muchos otros. Pero a este le correspondió iniciar un estallido. Un estallido peor que el de Las Ramblas por el EI. Aquí se ha querido descuartizar a España. En pleno Mediterráneo se ha pretendido quitarle a la ‘madre patria’ un brazo esencial, parte fundamental del cerebro, parte insustituible del corazón.

Se ha pretendido una especie de ‘brexit’ como fue el Brexit británico: con emoción y temblor, con arrogancia y prepotencia, sin razón, sin cerebro. Con ira y celos. Contra la propia patria, contra sí mismos.

El horror va llegando. Cataluña, ¿qué puede lograr sola aparte de soledad inmensa? Caminen por entre los árboles de su progreso, frente al océano de su pujante desarrollo, ante al espejo de sus fructuosas realidades. Entiendan: querer no es poder. No traten de ocultar el sol resplandeciente con las sombras de la incertidumbre desesperada. Están frente al acantilado: no den el siguiente paso.

Lo que viene. No es fácil lo que tiene que hacer España por esta hija predilecta y esquiva. Para retenerla, para conservarla. Si aplica el artículo 155 de la Constitución del reino el Gobierno de España tendría que asumir la autoridad ejecutiva, legislativa y judicial. Por ejemplo: el Ministro del Interior sustituirá al Consejero del Interior, el presidente Rajoy asumirá las competencias del Presidente de la Generalitat. El Parlamento Catalán quedará disuelto y Puidgemont destituido y con riesgo de detención como los dos Jordis encarcelados. Viernes próximo: el Senado dará luz verde a estos cambios. Vendrá una aurora roja pero no se concretará la patria chiquita.

Llegaron las elecciones. Se nos vino el 2018. Los días son largos, interminables. ¿Qué dice este país abrumado? ¿Cómo se ve esta tierra desde arriba? Todo el mundo le huyó a los partidos. Nadie les cree. Vuelan firmas en todos los parques, en las avenidas, en los senderos. Y todos le firman a todos y le firman a todo.

Hay campanas de bodas y coaliciones. Pero nadie sabe en definitiva con quién casarse. No entiende uno el matrimonio de Sergio Fajardo con una tal Claudia López y un tal Jorge Robledo: combina más la delantera de un equipo bobo. Los liberales no son de aquí ni son de allá. Eso sí, se espera que crucifiquen al insufrible Cristo y, por ahora, el gran negociador va por La Calle, pero sin rumbo cierto. A Iragorri le tocó seguir de santista, pero coqueteando con Vargas Lleras. La izquierda está despelucada con vientos de Petro por un lado. Y los demás, de lado a lado. Y las Farc no saben a quién pegarse cuando andan por allí los ilustres Cepeda, Teodora y compañía.

¿Y qué pasa por otros lares? Sigo con la tesis que he defendido desde hace meses. Uribe tiene que unirse con Vargas Lleras para barrer en la primera vuelta y consolidar las instituciones. A Vargas solo no le alcanza. ¿Y Uribe? Con todo lo que admiro a Uribe creo que está demorado para esa alianza. ¿Qué le puede pasar? Supongamos que el CD se vaya con Iván Duque: ¿Podrá él con Martha Lucía y con Ordóñez? El uribismo puede quedar por fuera y sin llegar a la primera vuelta solo, así lo sigan algunos del No. Creo que Uribe debe apurar las cosas y cuadrarse con alguien: averígüelo Vargas.