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Venezuela para rato

El Santo Job que para nuestra desgracia mal dirige los destinos de...

13 de septiembre de 2015 Por: Carlos Lleras de la Fuente

El Santo Job que para nuestra desgracia mal dirige los destinos de Colombia tiene la mala fortuna de sacar de quicio a la mayoría de sus coterráneos pues a ratos -como en el caso de nuestro infame y belicoso vecino- sale tarde a hacernos creer que tiene todo bajo control sin pensar que su contraparte sea tan mísera de retarlo a una reunión cuando ya tiene empacada la sudadera para irse a viajar con el fin de tratar de conseguir apoyo para evitar una hambruna en su país, de la cual tiene la culpa aunque insistirá que es de esos colombianos muertos de hambre que echó a patadas del “hermano país” (Caín y Abel son buen ejemplo para que dejemos de hablar boberías).Cuando Job y su atribulada Canciller dieron la noticia de que la agónica OEA convocaría la reunión de cancilleres del hemisferio, me anticipé a comentar a mis próximos que estábamos abocados a otro desastre pues Maduro podía sabotear esa reunión, como en efecto lo hizo. Seguramente el querrá que nos expongamos a otra derrota en el Unasur, donde Ernesto Samper -que se ha comportado como un apátrida- velará porque efectivamente nos vaya mal.Las pocas manifestaciones de fondo, valerosas, colombianas y oportunas son las de César Gaviria que yo habría podido suscribir y, en otro nivel, las de la intrépida periodista Salud Hernández quien habló con gran sentido común y dijo algunas cosas que me hicieron sentir interpretado: la OEA está medio muerta (y no sé yo sí la Cancillería se ha repuesto de los votos de Panamá y Brasil); debemos abstenernos de cualquier gestión con Unasur y su venezolanizado y timorato Secretario. Cierto es que Colombia debe retirarse de ese engendro en cuyo nacimiento participamos por razones inexplicables, como ahora se demuestra claramente. Por otro lado, agrego yo, nadie debe ir a cenar en casa de los envenenadores y de sus cómplices, la pandilla de los cinco; es mejor morir con dignidad que arrodillarse ante los enemigos y sus silenciosos cómplices. Agrego a los buenos escritos y declaraciones los de Martha Lucía Ramírez y Juan Lozano.Como ya se ha dicho, nuestra Canciller fue enviada a veranear a La Habana sin pensar que los problemas colombianos requieren un cuidadoso análisis o que la reunión de la OEA necesitaba cuidadosa preparación por medio de la visita de la Canciller a varios países, como lo hizo en varias ocasiones Noemí Sanín cuando ocupaba el cargo en el gobierno Gaviria. Opino también que la Canciller debería renunciar en compañía de nuestro impreparado Embajador ante la OEA, que como todos los políticos favorecidos por el gobierno, no tienen ni los conocimientos ni la experiencia para desempeñar bien el cargo.¿Tiene Colombia una política clara de cómo manejar esta peligrosa situación? O acaso se piensa que el juego de los “nuevos mejores amigos” le da seguridad a un país que, además, padece de todas las enfermedades que numéricamente agobiaban al Santo Job: guerrilla, narcotráfico, corrupción de los servidores públicos, una administración de justicia que cada día nos preocupa más; unas bacrim asquerosas y una población ignorante y en buena parte analfabeta que es ajena a todas estas preocupaciones aun cuando es víctima constante de todas esas “agrupaciones tóxicas” que conforman hoy en día nuestra Nación.Espero que los lectores y los televidentes hayan tomado nota del parecido de los colombianos expulsados por Maduro con los sirios que huyen de otra clase de bandidos, igualmente criminales. En cuanto a las marcas de las viviendas que debían ser destruidas, no puedo dejar de pensar en las enseñanzas maléficas del catolicismo; cuando el Faraón se negó a dejar partir a los judíos de Egipto, los ángeles del Señor marcaron las casas en la cuales habitaban los primogénitos de los egipcios y cuando fueron desechadas las últimas peticiones de Moisés, esos ‘ángeles’ homicidas bajaron del cielo y los asesinaron (eso le pasa al cristianismo por haberse quedado con el Antiguo Testamento, sin beneficio de inventario); más tarde, los cristianos inventaron –pues ello no ocurrió- que los romanos habían asesinado a los “santos inocentes” marcados por su edad, propiciando así la huida a Egipto de la Sagrada Familia, lo cual tampoco es cierto.Lo que sí es cierto es que un gobierno dictatorial y odioso, sin preaviso pues Maduro no es Moisés, marcó y destruyó las pobres viviendas de los colombianos. Malditos sean los responsables.