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Tesoros sumergidos

Este país cuyos ineficientes funcionarios son además indecisos y temerosos, cuando no...

11 de diciembre de 2011 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Este país cuyos ineficientes funcionarios son además indecisos y temerosos, cuando no corruptos, y que permanecen perplejos -por no hablar de otras cosas- está pensando desde 1982 cómo manejar el tema de las antigüedades naufragas: Que son del Instituto de Bienestar Familiar, que son ‘tesoros’ en el sentido y con las consecuencias que surgen del Código Civil, que deben permanecer en el fondo del mar como parece que lo recomienda u ordena el convenio propiciado por la Unesco (redacción de Juan Luis Mejía), que debe extraerse por el Estado, que el Estado puede contratar con particulares para ese efecto, etc…Muchos tememos que en estos 29 años, vistos los avances de la tecnología, podría ser posible que el tesoro del Galeón San José, hundido por un mal disparo de un artillero inglés que estalló en la Santa Barbará y que llevó a que el capitán del buque inglés fuera sometido a consejo de guerra (¡por tarado!), pues lo que buscaban los ingleses era llevarse el botín, no enviarlo al fondo del mar, ya no exista.La recuperación ha sido un sueño de numerosos grupos de buscadores de tesoros y de inversionistas en ellos, incluyendo un nutrido grupo de congresistas norteamericanos.De hecho, yo mismo preparé varios proyectos de regulación del tema y uno o dos decretos fueron expedidos y posteriormente derogados, todo ello en la década de los 80.Por mi conocimiento del derecho del mar (15 años en la Flota Mercante Grancolombiana) fui invitado a trabajar en el tema y después de numerosos y eruditos estudios se preparó una completísima propuesta al gobierno de Betancur, que tuvimos el gusto de entregar personalmente -en tres o cuatro generosos volúmenes – al Secretario Privado del Presidente, Juan Manuel Ospina; fue una hermosa oportunidad perdida pues después de dictar más decretos, nombrar comisiones asesoras, de estudiar el tema con la Dirección Marítima, cundió el pánico, y el estudio y el tema entraron en el estado de invernación en el cual se encuentran.Hay varios peligros, que se evitan en parte no firmando el convenio de la Unesco: que España insista en que todos los buques de guerra aún cuando parcialmente estén sirviendo de naves mercantes, son de su país, lo cual sólo es una continuación del despojo de que fuimos víctimas durante toda la colonia; el segundo es que se resuelva crear museos submarinos (Unesco) que nadie aprovecharía y que serán a la postre de ladrones – si ya no lo han sido-.Nuestra propuesta en su momento respetaba en forma absoluta los derechos del país y garantizaba los de la población para disfrutar del salvamento, obligándose el contratista a construir en Cartagena un museo. Por supuesto, el Estado tendría que suscribir un contrato y reconocer una suma importante al contratista, ya en especie, ya en dinero, o en una mezcla justa de ambas formulas que deberían respetar los objetos de verdadero contenido cultural.Hoy en día el Ministerio de Cultura ha presentado un proyecto de ley bien concebido (¿Quién se lo escribió a la ministra Garcés?) que contempla el rescate de galeones mediante contratos y remuneración pactada en la forma atrás enunciada. Por desgracia me suena que los congresistas que no piensan en galeones sino en vehículos blindados y con gasolina por cuenta del Estado para ellos y sus familias, no parece que vayan a estudiar el tema, por importante que sea.Siendo yo embajador en Washington recibí a un ex congresista estadounidense (por petición del Departamento de Estado) y el pedante individuo, a quien eché de la oficina junto con su abogadillo de Harvard que pretendió chantajear al gobierno para beneficio de los socios ocultos -congresistas todos- de la sociedad que representaba, sufrió el castigo que merecía pese a la sorpresa que tal actitud causó en el Secretario de Estado para asuntos Latinoamericanos quien me llamó extrañado al día siguiente y a quien pedí no volver a enviar, mientras yo fuera Embajador, esa clase de sujetos.Bueno, amanecerá y veremos.