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En medio de todas las cosas graves que afectan cotidianamente nuestra vida,...

15 de julio de 2012 Por: Carlos Lleras de la Fuente

En medio de todas las cosas graves que afectan cotidianamente nuestra vida, desde los asesinatos de mujeres hasta la reforma tributaria, es necesario leer buenos y distraídos libros entre los cuales tuve la oportunidad de gozar cuatro, dos de unas 600 páginas cada uno, otro menos asustador y un estupendo estudio sobre los cafés de Bogotá.Todos son recomendables en alto grado y si bien respecto de los dos primeros (uno me fue prestado y el otro lo presté) no recuerdo los nombres de los autores -lo cual no me importa pues yo no leo ‘para descrestar calentanos’- sí los títulos lo que hace que los interesados puedan conseguirlos en cualquier buena librería (Nacional, Lerner o Central, entre otras).Estos libros, coincidencialmente, me remontaron a los siglos X y XI, época sobre la cual no sabemos ni lo suficiente ni lo necesario. El primero, ‘Mozárabe’, es una apasionante novela que no pude evitar ‘devorar’ en cinco o seis días, pese a su extensión; el segundo, ‘El Médico’, me llevó al Siglo XI en Europa y en Oriente, especialmente Persia.Mozárabe es todo lo que toca con Al Andalus o Alándalus (como lo escribe el autor), es decir, territorios que fueron conquistados por los moros en el Siglo IX y que nos hacen recordar a Carlomagno y su coronación en Aix-la-Chapelle (Aquisgrán), la Canción de Rolando, su olifante y su muerte en Roncesvalles y a Pipino, el Breve, que derrotó a los moros en Poitiers y salvó a Francia de la invasión que hoy se está haciendo realidad, al menos según Zarkozy.Pues bien Mozárabe es una pintura de la sociedad árabe del Califato de Córdoba donde convivieron durante muchos años moros, cristianos y judíos, pese a actos de violencia horrendos como los de Abderramán en el Siglo X y a la guerra contra los reinos cristianos del norte de España y Cataluña.El obispo cristiano, los piratas, el Imperio Bizantino y el decadente romano, las intrigas de los papas, del Emperador del Sacro Imperio hacen del libro una obra adictiva: trasnochada tras trasnochada durante una semana me costaron seguir la trama suculenta de este libro.El médico me llevó al siglo siguiente: el joven aprendiz de barbero, mago y médico viaja por toda Inglaterra y luego por el Continente hasta llegar a Persia donde después de innumerables aventuras logra cumplir el sueño de su vida y convertirse en un gran médico, después de recibir las enseñanzas de las únicas facultades serias del mundo que estaban en Damasco y cuya experiencia contrastaba con el atraso de los europeos quienes, normalmente, se limitaban a sangrar a sus pacientes hasta verlos morir.¡Qué aventuras estupendas, qué de historia entremezclada con ficción!El tercer libro, distraidísimo, es de Jeffrey Archer, el escritor inglés que estuvo preso varios años, no recuerdo por qué, y que aprovechó su contacto con criminales en los lugares de reclusión para escribir, en prosa deliciosa, una serie de relatos de típico humor británico que en ocasiones me hicieron reír en el silencio de mi alcoba, en la madrugada (Casi culpables-Grijalbo). Por cierto que Archer menciona dos veces a Colombia y una a Fernando Botero: en el cuento ‘Sobre gustos no hay nada escrito’, el negociante en arte Gian Lorenzo tiene la suerte de descubrir a Angelina, la muy gorda y riquísima esposa de su amigo Paolo que ha comenzado a hacer su colección de arte para surtir la cual, además de lo que se conseguía en Italia, “aportó estatuas desde todos los rincones del mundo” y para ello tuvo que “viajar a Estados Unidos, Rusia e incluso Colombia”, donde adquirió una estatua del escultor favorito de Angelina, Botero.Sin perjuicio de reincidir en los temas debo por lo menos mencionar los Cafés de Bogotá, obra amena de sociología publicada por El Colegio Mayor del Rosario y de autoría de Camilo Andrés Pulido. La existencia de los cafés y de las chicherías en esta ciudad va languideciendo por cuenta de la higiene, el 9 de abril de 1948, y la vida callejera que se ve atacada por ‘las fuerzas el orden’. ¿No es intrigante?