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Lagartos y otros temas

La semana pasada escribí de los lagartos en el Servicio Exterior y...

12 de enero de 2014 Por: Carlos Lleras de la Fuente

La semana pasada escribí de los lagartos en el Servicio Exterior y en la Cancillería en general y de los poderosos, proclives a crear su corte (de tercera) con ellos.Para reafirmarme en mi concepto de a quienes se puede aplicar con tranquilidad y acierto ese apelativo recurrí al excelente ‘Bogotanologo’ de Andrés Ospina quien, en dos ilustrativos volúmenes se pasea por la lengua bogotana de antaño y a ella suma una enorme cantidad de nuevas palabras lobas que se incrustaron en esta ciudad traídas por emergentes, desplazados y provincianos de la última ola.Lagarto, según Ospina es, “un espécimen común en la fauna social colombiana caracterizado por su natural tendencia a reptar y a procurarse el ascenso social y laboral a partir del lambetazo debidamente calculado.Pero ¡Oh maravilla! en la misma columna hay dos palabras más que complementan el retrato; veámoslas: “Lambeculos, individuo servil tendiente a satisfacer los caprichos de los poderosos. Véanse chupamedias, lagarto, lambón”.“Lambón. Adulador. Dícese de quien halaga a los demás para procurarse sus favores. Véanse chupamedias, lagarto”.¿Y Chupamedias? “Quien se rinde a los caprichos y a las órdenes de sus superiores y los colma de lisonjas y halagos, con el propósito de ganarse sus favores. Véase lagarto y lambón”.Mejor coordinado no podía tener el concepto este peculiar diccionario con el cual me divierto de vez en cuando al recordar palabras y expresiones ya muertas, otras que desaparecerán conmigo y otras que mis descendientes tratan de no usar cuando están conmigo.Conozco lagartos de toda índole y de todas las edades; comencé mi curso con los que rodeaban a mi padre, que no eran pocos y durante casi 50 años de vida política. Cuando “salí del closet político”, heredé algunos y tuve otros muy personales que aún hoy en día, medio retirado como estoy, todavía aparecen físicamente o en mis pesadillas.Ahora bien, lo grave es que esta abominable criatura pasa de generación en generación hasta que nace una “familia de lagartos” que algún día será estudiada por sociólogos y zoólogos.Por ejemplo, y el comentario no es mal intencionado pues nace de una consideración puramente genética, recuerdo mi negativa reacción frente al niño que burló todos los controles para ir a fastidiar al Papa en medio de una ceremonia.Cuando vi el retrato, pensé que inevitablemente era un producto del trópico y lo comenté así con mi esposa quien me corrigió: “Es colombiano”, dijo y, por alguna razón no me sorprendió: el más joven exponente de una dinastía prehistórica de esos inofensivos reptiles.Si yo fuera el autor del libro que comento, utilizaría la foto del niño fastidiando al pobre pontífice que detrás de su amigable sonrisa debía decirse, “chino pendejo, no sea lambón” y eso acompañado de una suave patadita, como las de los programas de Jorge Barón, otro miembro del gremio, donde acompaña a nuestro embajador en el Vaticano hasta hace poco.