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Dilema del Mandarín Perverso

Una de mis teorías preferidas es la que se origina en El...

25 de agosto de 2013 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Una de mis teorías preferidas es la que se origina en El Dilema del Mandarín Perverso, cuya esencia modifiqué para mi mismo entre 1956 y 1997, siendo esta última la que sigo manteniendo, sin dejar de aceptar que se hagan todos los esfuerzos para convertir al bien a los malhechores, como ocurre ahora en La Habana, pero pensando en qué pasaría si la cínica y hábil delegación de estos logra que fracase el proceso de paz por no haber satisfecho el gobierno sus desmedidas ambiciones.Sobre el tema escribí hace 20 años y creo que es bueno volver sobre él de vez en cuando, de modo que inserté aquí algunos párrafos de mi autoría:“Hoy me surge la duda de si el calificativo de ‘desalmados’ que damos a los secuestradores y a otros malhechores de igual pelambre quiere significar, en el fondo, que no tienen alma y por lo tanto no merecen el tratamiento que debe darse a los seres humanos. De esta reflexión -y por asociación de ideas- brinqué al dilema del Mandarín Perverso, prueba preferida de mi profesor de filosofía en sexto de bachillerato y que transcurre así:‘Si usted pudiera ver en una pantalla gigante un lejano lugar de la China donde gobierna un sanguinario Mandarín que tortura y mata a los hombres, viola las mujeres y azota y esclaviza a los niños, y tuviera el poder de hacerlo morir oprimiendo un botón rojo, ¿lo haría?’.Conviene señalar que en ese entonces acababa de llegar al país la televisión, pero no la de pantalla gigante, y había Mandarines en la China. En materia de crueldad sí era todo parecido.Pues bien, casi todos los estudiantes rechazábamos horrorizados la idea de hacer morir al Mandarín Perverso y preferíamos que siguiera cometiendo atrocidades contra su inocente pueblo. El profesor francés nos ponía la mejor nota pues en fin de cuentas los derechos del hombre, así sean los de los malhechores, nacieron en Francia a la sombra de la guillotina y se nutrieron con la sangre de miles de inocentes, y todos quedábamos tan contentos.Han pasado los años y Colombia se ha vuelto un país invivible, dominado por todo género de asesinos, secuestradores, terroristas, ladrones, despilfarradores y funcionarios ineptos que, entre otros, hacen parecer un paraíso la lejana China del viejo Mandarín. Y pienso ahora, y creo con fe absoluta, que hoy en día oprimiría con entusiasmo el botón rojo y me llenaría de alegría saber que había muerto el maléfico Mandarín y que los niños habían vuelto a reír, las madres a gozar en sus hogares y los hombres a trabajar en paz para tener una vida mejor […].Resuelvo para mí y para la mayoría del país, el conflicto entre los altos intereses de la sociedad y los bajos y sanguinarios de los malhechores y, franca y decididamente, me lanzo a la defensa de las gentes buenas de Colombia así les duela a todos [...] los simpáticos personajes que no han podido madurar y que prefieren que viva el Mandarín: yo no”.Quiero recordar que esa dura posición frente al delito me acarreó en el pasado todo género de ataques de tirios y troyanos y, seguramente hoy en día, me puede ocurrir lo mismo pero es que la paciencia, después de 66 años de violencia, no me durará sino hasta la finalización positiva de los diálogos d