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Acabar con el terrorismo

Me dió cierta envidia oír al presidente Obama informar que había ordenado...

22 de mayo de 2011 Por: Carlos Lleras de la Fuente

Me dió cierta envidia oír al presidente Obama informar que había ordenado atacar a Bin Laden para acabar con este maléfico genocida, ya fuera llevándolo ante la justicia o eliminándolo.A la hora de la verdad, no creo que haya existido nunca la opción de cárcel o sepultura y al comando lo enviaron a matar al terrorista como debe procederse en esos casos, más aún cuando en este país los asesinos acaban de nuevo en la calle porque los jueces y fiscales son flojos, y con su complacencia, dolosa o no, dejan precluir los procesos penales lo cual permite que jamás lleguemos a terminar con esta plaga de violentos.¿Y Pakistán, qué? Según la gente bien informada, y le creo, a los anfitriones de Bin Laden no les contaron nada sobre la operación porque es obvio que, como sabemos por el caso de Álvaro Uribe y varios de sus ministros, no es posible que ciertas cosas ocurran sin el conocimiento de los jefes y, en el caso de Obama, del Presidente del país musulmán.Los Estados Unidos, que tanto nos molestan y exigen, no dudan en penetrar en país extranjero amparados por la oscuridad, matar a varias personas e irse tranquilamente con un cadáver al cual dieron piadosa sepultura en el mar. Fue algo así como nuestra incursión en el Ecuador y la muerte merecida de ‘Reyes’, y las amenazas de Chávez para que no nos trajéramos de Venezuela a sus amigos de las Farc, que cambiaron de casa pero no de vecindario.Es bueno mencionar aquí cómo los servicios de inteligencia de los Estados Unidos se apuntaron un gran triunfo porque durante cinco años trabajaron para conseguirlo, mientras que aquí el DAS de Álvaro Uribe se dedicó únicamente a ‘pinchar’ los teléfonos de los magistrados y de los periodistas. Afortunadamente se puso coto a esta anomalía y tal vez ahora sí ubique a los enemigos de la paz para que la Fuerza Pública pueda neutralizarlos.Y hablando de irregularidades o de culposa falta de gobierno y de Ministro de Seguridad Social (el anterior), vi con agrado de amigo, con disgusto de colombiano y con envidia de pensionado cómo estos beneficiarios de un Estado indolente y descuidado lograron que les reajustaran sus pensiones de ex congresistas, y que con el nuevo monto les pagaran una retroactividad que para algunos llegó a la módica suma de $7 mil millones, hecho que me hizo pensar que mis finanzas personales después de 55 años de trabajar ni siquiera se acercan a esa suma que parecería indicar que los afortunados demandantes desarrollaron una gestión esencial para el bienestar de los colombianos. Supongo que este escándalo ya legitimado ha puesto al Gobierno a hablar una vez más del recorte de pensiones y del aumento de la edad de jubilación, lo que obligará a las nuevas generaciones a pagar el pato de los abusos del presente.Por último y para finalizar el lapso de tres semanas que me tomé para comentar algunas irregularidades que ha padecido y padece el país y que afectan mi serenidad, me limité a señalar cómo en él, y con contadas excepciones, las investigaciones se detienen en el segundo nivel o se extienden a más responsables de niveles bajos pues los jefes, o exigen lealtad hasta a quienes están en La Picota o declaran con tranquilidad que nunca supieron nada de lo que sus subalternos hacían, cosa que en un país altamente jerarquizado como éste todos sabemos que no es ni cierto ni posible.El Presidente, sus ministros y otros altos funcionarios deberían responder por sus subalternos como responden todos los colombianos por responsabilidad de los empleados o de los incapaces.