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Un ruego por la paz

Yo celebro con fervor la navidad. Me parece que por lo menos por un día al año nos ofrece la ocasión de celebrar como se merece el nacimiento de quien para millones es un Dios hecho hombre.

26 de diciembre de 2019 Por: Carlos Jiménez

Yo celebro con fervor la navidad. Me parece que por lo menos por un día al año nos ofrece la ocasión de celebrar como se merece el nacimiento de quien para millones es un Dios hecho hombre y para todavía más millones, quien vino al mundo a traer un mensaje de paz. A un mundo entonces en guerra, que estaba tan necesitado como lo está y aún en guerra, de que llegara alguien como Jesús de Nazaret a decir que amemos al prójimo más que a nosotros y que quien esté libre de culpa que arroje la primera piedra.

Es por esta razón, porque comparto sin dobleces el significado profundo de la navidad, por la que me atrevo a elevar hoy al presidente Iván Duque un ruego por la paz. Por la paz entre los colombianos, desde luego. Que mucho la necesitamos y que la poca que tenemos la perdemos con cada asesinato de una líder popular o de un defensor del medio ambiente o de los derechos humanos que se queda impune. Pero la paz también con nuestros hermanos venezolanos, víctimas de una crisis política de proporciones catastróficas que el gobierno colombiano debe de contribuir a mitigar en vez de instigar y agravar. Los venezolanos están padeciendo tanto dentro de su país como en el nuestro y tenemos la obligación de ser solidarios con ellos, con independencia de si son partidarios o enemigos del gobierno de Nicolás Maduro. Ante la dureza de sus actuales sufrimientos estas diferencias partidistas me resultan mezquinas.

Hasta ahora nuestro gobierno ha tomado partido en la disputa fratricida de los venezolanos poniéndose hasta tal punto de lado de los enemigos de Maduro que ha reconocido como presidente de Venezuela a quien solo es el presidente de su Asamblea nacional. Pero ya es hora de que abandone esta política. Y no solo porque supone una flagrante intromisión en los asuntos internos de un país, condenada por el derecho internacional, sino porque al día de hoy la operación Juan Guaidó es un completo fracaso. Él no es el presidente de Venezuela ni de hecho ni de derecho y mal hace el presidente Duque si insiste en imponerlo en la presidencia en contra de los deseos de por lo menos la mitad de los venezolanos.

En vez de seguir actuando como un incendiario Duque debería rectificar y actuar como un líder político moderado que, respetando el derecho internacional, se gana el derecho a mediar en el conflicto venezolano en busca de una solución pacífica del mismo. Venezuela lo merece.

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