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Pedro Alcántara

El Ministerio de Cultura concede el Premio vida y obra a Pedro Alcántara y no puedo sino alegrarme. Le conozco desde los legendarios festivales de vanguardia que en los años 60 organizaron los nadaistas de...

25 de julio de 2019 Por: Carlos Jiménez

El Ministerio de Cultura concede el Premio vida y obra a Pedro Alcántara y no puedo sino alegrarme. Le conozco desde los legendarios festivales de vanguardia que en los años 60 organizaron los nadaistas de Cali con la complicidad de Jesús Ordóñez, de la Librería Nacional.

Entonces era un jovencito recién llegado de Italia, decidido a hacerse un lugar en la escena artística del país con unas figuras humanas rotas o desgarradas dibujadas con manchas y vigorosos trazos de tinta china sobre papel. Y con atrevidas acciones como las de pintar, junto con Norman Mejía y en vivo y directo, un mural efímero en la pared del fondo del sótano que servía de principal escenario de aquel festival.

Pasarían años antes de saber que aquello había sido una performance y que tanto a Pedro como a Norman la crítica de arte ya se había apresurado a encasillarlos en la ‘nueva figuración’. Desde entonces he seguido la evolución de la carrera artística, las sucesivas etapas o pasos dictados por su empeño en buscar las imágenes más apropiadas para una realidad tan contradictoria y violenta como la que todavía padecemos. Imposible desde luego intentar resumir la proteiforme evolución de su arte en los límites de esta columna. Por lo que solo destacaré algunos rasgos comunes a prácticamente todas las etapas de la misma.

En primer lugar la figuración. Alcántara se mantiene fiel a ella desde los comienzos de su carrera artística, como ya señalé. En segundo lugar, ha sido siempre un artista expresionista, aún en las ocasiones en las que ha coqueteado con el surrealismo a lo Max Ernst. Y en tercer lugar, él ha sido sobre todo un dibujante, a pesar de que en muchas de sus obras la línea se adense y enmarañe hasta el punto de generar volúmenes y superficies capaces de rivalizar con las que son propias de la pintura. Ni siquiera el uso del color anula la primacía del dibujo: cuando aparece funciona como un complemento y nunca como el que dicta la composición. De hecho sus cuadros tienden a ser sombríos aunque en tantos de ellos no falten los toques y las manchas de color.

El arte de Alcántara invitan a pensar él es un pesimista, que su mirada es tan sombría como lo son tantas de sus obras. Pero dada su probada y duradera militancia en las más diversas empresas colectivas habría que añadir que él ha hecho suyo el consejo de Gramsci de conjugar “el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad”.

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