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Las nieves de antaño

El título de esta columna está tomado del estribillo de un poema...

12 de febrero de 2016 Por: Carlos Jiménez

El título de esta columna está tomado del estribillo de un poema de François Villon que ha resultado más célebre que el poema mismo: ¿Mais où sont les neiges d´antant? O sea: ¿Dónde están las nieves de antaño? Y se comprende que así haya sido, porque en su emocionante concisión este ritornelo ha servido desde entonces para lamentar no tanto o no solo la pérdida de las legendarias mujeres a las que el irreverente poeta francés dedicó su poema como para lamentar en general todo lo que hemos perdido sin remedio. Y que por irremediablemente perdido es la fuente ubicua de la melancolía o la nostalgia, y por lo tanto de los sentimientos que me han producido las noticias sobre los inicuos ataques realizados contra la laguna de Sonso, por otro de esos cultivadores de caña de azúcar a gran escala que actúan sin el debido respeto a los ecosistemas de nuestro amado Valle. Y sin el respeto también debido a la memoria de quienes como yo conocimos las nieves del Calle, que no eran solo metafóricas sino también reales. Porque eran reales las nieves perpetuas de los nevados del Tolima y del Huila que, en las mañanas de cielos más luminosos y despejados de mi ya remota infancia, podían verse desde la colina de San Antonio o desde la estatua de Sebastián de Belalcázar. Y que ya desgraciadamente no se ven porque apenas queda nieve en esas altas cumbres y porque la poca que aún queda no podemos verla debido a la endiablada suma del CO2 liberado por el ingente tráfico automotor con el humo producido por la quema inclemente de los cañaduzales. Pero había otra nieve, cuyo recuerdo es que el que en realidad ha exigido más perentoriamente la comparecencia en mi memoria de la adolorida pregunta de Villon. Me refiero a las garzas, las árdeas albas, como las denomina la ciencia que, en las temporadas de lluvias que obligaban al río Cauca a desbordarse y a alimentar lagunas y humedales, cubrían las copas de los samanes hasta el punto de que estas parecían cubiertas de nieve. Tan blanco era su plumaje y tan grande el número de sus bandadas.Hoy hay cada vez menos garzas y por las mismas razones por las que cada vez quedan menos lagunas y humedales y por las que las aguas del río Cauca, por contaminadas, resultan cada día más hostiles a la rica fauna que alimentaba a las garzas. Y me temo que su número seguirá disminuyendo alarmantemente a menos que hagamos en serio algo por remediarlo.

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