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La hojarasca

El título de esta columna está prestado de la primera novela de...

14 de agosto de 2015 Por: Carlos Jiménez

El título de esta columna está prestado de la primera novela de Gabriel García Márquez, escrita en 1955, cuando él era un joven y desconocido escritor cuyo futuro de maestría y consagración en vida nadie, ni siquiera él mismo, podía siquiera prever. Y si me apodero de él es porque califica, con la precisión quirúrgica de las mejores metáforas, lo que pasó en el Caribe colombiano con la 'fiebre' del banano. O más exactamente con el delirio colectivo que se apoderó de las gentes del legendario país de Macondo debido a la súbita prosperidad introducida por la implantación del cultivo a gran escala del banano por la United Fruit Company. Aracataca se llenó entonces de inmigrantes llegados de cualquier parte y era tanto el dinero que circulaba por cantinas y prostíbulos que en las cumbiambas las antorchas se encendían con billetes de 100 pesos. Pero vino la mítica 'Huelga de las bananeras' -reprimida a sangre y fuego como bien se sabe- e inmediatamente después el crack de la bolsa de Nueva York en 1929, seguida de una pavorosa crisis económica mundial que arrasó con todo lo que encontró a su paso, incluidas las cumbiambas iluminadas por billetes incandescentes. Quedaron solo la desolación, las huidas, las penas y la tristeza y el hundimiento de Aracataca en el polvo y el olvido del que solo muchos años después vendría a redimirla García Márquez, con una literatura que ha conmovido y emocionado al mundo entero. Y que se inició con una novela que narra la trágica obligación que un coronel desahuciado tiene con un médico que se negó a cumplir el juramento hipocrático cuando el pueblo más lo necesitaba, a la vez que testifica que de la prosperidad que se creyó ilimitada no quedó más que 'la hojarasca'. Que es exactamente de lo que nos estamos dando cuenta ahora, cuando los promesas de 'la locomotora minera' y el sueño de la 'prosperidad para todos' se desvanecen como un mal conjuro, dejándonos nada más que la hojarasca.Se ha discutido y se seguirá discutiendo ad aeternum sobre el papel de la literatura en una sociedad. Pero aun así yo tengo claro que la mejor literatura es la que resulta a todas luces profética. Como lo es ejemplarmente la de Gabriel García Márquez, quien desde sus mismos comienzos intuyó que 'las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra' porque no harán más que repetirse.

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