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Jairo Varela

Termino de leer la biografía de Jairo Varela y compruebo con satisfacción...

2 de enero de 2015 Por: Carlos Jiménez

Termino de leer la biografía de Jairo Varela y compruebo con satisfacción que su autor, Umberto Valverde, le ha vuelto a cumplir con creces al apasionado público de salseros caleños. Como bien se sabe Valverde ha dedicado a cultivar esa insólita pasión, documentándola e historiándola, la mayor y mejor parte de su obra literaria y periodística, en la que figuran títulos tan notables como Abran paso y Memoria de la Sonora Matancera y en la que sobresale como una rarísima perla literaria Celia Cruz: Reina Rumba. Que es a la vez una biografía, una autobiografía, un reportaje periodístico, una memoria sentimental y un vibrante poema compuesto a partir de poemas: las letras de las canciones cantadas por la legendaria cantante cubana. En suma: un libro fuera de serie y de difícil superación, que fue elogiado en su día por el gran escritor Guillermo Cabrera Infante, el ídolo declarado Valverde. Que todo el mundo te cante -el libro dedicado a Jario Varela- no alcanza esa intensidad lírica pero no por eso carece de atractivo e interés. Al fin y al cabo ofrece una semblanza muy convincente del músico chocoano que correspondió a la devoción de los caleños por su música añadiendo al logro sin paliativos que es Buenaventura y caney el que todavía es el himno insuperable de la ciudad: Cali Pachanguero. Su caso es una excelente demostración de cuán decisivo resulta al público para los músicos. Sin él, sin su pasión, su fidelidad, sin su recepción activa que diría un teórico de la cultura, los músicos no llegarían tan lejos con su música, como de hecho llegó Jairo Varela. Que si bien nació en Quibdó y fundó en Bogotá, junto con su coterráneo Alexis Lozano, el mítico Grupo Niche, hizo de Cali su ciudad: aquí se sentía apoyado y comprendido como no lo fue en ningún otro lugar. A pesar de que aquí también fue víctima de la injusticia, porque le juzgaron y condenaron por un delito que nunca se probó que lo fuera, “mas allá de cualquier duda razonable”. El público salsero, el público que lo llevaba en su corazón y en sus cuerpos de bailarines cimbreantes, jamás aceptó la justicia de esa injusticia, como lo demostró exigiendo a gritos su libertad durante los conciertos que ofrecían los Niche mientras él estaba preso. Y que le demostró por enésima vez y esta vez de manera estremecedora, emocionante, ofreciéndole un último adiós multitudinario. Gracias Valverde por honrar su memoria.

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