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El postconflicto

El postconflicto es el nombre o el título que el Gobierno Nacional...

15 de julio de 2016 Por: Carlos Jiménez

El postconflicto es el nombre o el título que el Gobierno Nacional y los medios le han puesto a la etapa que está a punto de iniciarse y que seguramente no va ser todo lo pacífica que se cree si lo que se espera de ella es que sea posterior al conflicto. Y lo escribo pensando en el maestro Estanislao Zuleta que dejó dicho en uno de sus más bellos ensayos que sólo un pueblo hastiado de la fiesta de la guerra está maduro para el conflicto. Y lo dijo pensando obviamente en Kant y en la distinción que el filósofo de Könisberg estableció entre Krieg y Streit, entre guerra y conflicto. O sea entre la violenta ruptura de las leyes por la guerra y el arbitraje racional e institucional que permite por el contrario la evolución pacífica de los conflictos. No se me escapa que la elección de este nombre oficial para la nueva etapa a la que nos enfrentamos los colombianos está claramente determinada por la guerra de la que venimos saliendo, que nunca, en los cincuenta años que duró y a pesar de sus miles de combates y de sus centenares de miles de muertos, quiso ser considerada como una guerra por los sucesivos gobiernos nacionales que la llevaron a cabo. Siempre se la tildó de muchas otras maneras, siempre equívocas, quizás por el temor a que el reconocimiento de la existencia de una auténtica guerra civil en el país, concediera un grado de legitimidad nacional e internacional a los insurgentes con los que se enfrentaban. O quizás también por influencia del ‘Amigo Americano’ que se ha convertido en un virtuoso en el arte de ponerle el nombre más conveniente a las guerras que promueve o en las que se involucra.Se hayan realizado por lo que se hayan realizado estos escamoteos nominalistas, lo cierto es que contribuyeron en no poco a enmarañar nuestra guerra, a ensuciarla, a hacerla más oscura, ilegible y confusa. Como confuso resulta el calificativo de postconflicto si con él se piensa que la que nos espera es una sociedad sin conflictos ni contradicciones, porque lo que inevitablemente vendrá es lo contrario: la sociedad de los conflictos bloqueados por la guerra. Conflictos de intereses y visiones del mundo, de la política, la economía y la cultura. La sociedad que nos espera no será un falansterio ni una arcadia suburbana, ni mucho menos la sociedad sin clases soñada por Marx, por lo que sólo podemos aspirar a que asuma sus conflictos y kantianamente institucionalice y regule.

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