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El barrio Obrero

El barrio Obrero cumple cien años y Darío Henao ha tenido la buena idea de celebrar tan notorio aniversario promoviendo la edición por la Universidad del Valle de un volumen de cuentos de Umberto Valverde...

30 de mayo de 2019 Por: Carlos Jiménez

El barrio Obrero cumple cien años y Darío Henao ha tenido la buena idea de celebrar tan notorio aniversario promoviendo la edición por la Universidad del Valle de un volumen de cuentos de Umberto Valverde, su apologista, su escritor. Porque si algo distingue a Valverde entre todos los escritores colombianos es su empecinada lealtad al barrio que le vio nacer y en donde transcurrieron su infancia y su adolescencia.

A él sí que le conviene este verso de quien ahora no sé quién es: “Yo soy de mi infancia como de un país”. Faulkner tendrá su Yonapathawa, Rulfo su Comala, García Márquez su Macondo pero Valverde tiene su barrio Obrero. Mitificado como escenario imprescindible de los personajes que desplegaban, que aún despliegan, sus tormentos y pasiones en cuentos que tienen la ambición de la novela y la condensación vertiginosa del poema. Y mitificado por su pasión igualmente irreductible por lo que en sus bares de entonces se llamó ‘la música del otro lado’ y en los de ahora simplemente ‘la Salsa’.

Él siente, no, él sabe, que esa música de cubanos y puertorriqueños desembarcó entre nosotros precisamente en el barrio Obrero. Vino en los discos de 78 y 45 rpm que llevaban a Buenaventura los marineros que hacían las rutas de Nueva York o de Galveston y que traían ellos mismos o quienes se los compraban al pie mismo de los grandes barcos mercantes. Y así como “nadie se quiere acordar / que en Cuba el son era prohibido” -como cantaba Arsenio Cué- tampoco nadie se quiere acordar que entre nosotros esa música, la música que se escuchaba en el barrio Obrero y en ‘la zona’ -apócope de la ‘zona de tolerancia’– era condenada por serlo de marihuaneros.

Ahora en cambio la Salsa es una muy respetable institución cultural y una de las señas de identidad de una ciudad que le hace coro a Valverde cuando él proclama que “Cali es mundial de la Salsa” y que aplaude -como lo hago yo- la existencia de un museo dedicado a un Jairo Varela consagrado como leyenda tanto por el fervor popular como por la pluma de Valverde. Y cuando la ciudad se beneficia de los resultados de tantas otras iniciativas suyas encaminadas a perpetuar y expandir el legado de la Salsa. Entre las que destaca sin duda su apuesta por las orquestas femeninas y su promoción, así mismo incansable de las noches de Zaperoco, convertidas en escenario privilegiado de la música en vivo y directo. ¡Umberto: este cumpleaños es tuyo!

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