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El arte y el crimen

Las cifras son tan contundentes como aterradoras. En 2013 se cometieron en...

14 de febrero de 2014 Por: Carlos Jiménez

Las cifras son tan contundentes como aterradoras. En 2013 se cometieron en Cali 1.939 asesinatos, o sea una promedio de 161 por mes, de 43 por semana, de 6 al día, de 1 cada 4 horas. Repito: aterrador. Las autoridades, con la Alcaldía a la cabeza se muestran preocupadas pero sus alternativas de solución son muy poco satisfactorias, a juicio del escritor y profesor de Univalle Boris Salazar, quién ha hecho un lúcido análisis crítico de la mismas en el que sugiere que nos enfrentamos a una secuela de la desintegración de los carteles que se enseñorearon en la ciudad y en la región en décadas pasadas. Algo semejante a lo que ocurrió en su día en los Estados Unidos, donde la desintegración de la mafia dio paso a una guerra de todos contra todos, protagonizada por pandillas de jóvenes de gatillo fácil de los barrios marginales, habituados al enriquecimiento vertiginoso y la muerte temprana a manos de sus pares. Yo añadiría que es un “daño colateral” de la perversa “guerra contra las drogas”, que estimuló en su día la entronización de los carteles y la expansión y enquistamiento de una cultura del crimen entre la juventud marginada. Pero sea cual sea la explicación definitiva y cuáles las políticas que haya que adoptar para resolver el estallido de la violencia en nuestras calles, lo cierto es que hoy por hoy el problema está allí y que hay artistas que se han hecho cargo del mismo, intentado dominarlo mediante la representación de alguna de sus facetas. A la polémica I edición Bienal de Cartagena han sido invitados dos de ellos: Ana María Millán y Leonardo Herrera. La primera presenta, bajo el título de La balada de Carlos Lehder, una video instalación con 4 pantallas que, utilizando como localización su isla en las Bahamas, explora sus delirios megalómanos. Las fantasías de poder ilimitado que empujaron a tantos a jugarse la vida en el sangriento carrusel del narcotráfico. La obra de Herrera en Cartagena incide en ese mismo efecto mimético. Se titula Sé marginal y la componen una bandera roja en la que se ha cosido con hilo de oro esa consigna y una tela en la que se ha tejido con la misma clase hilo la entrevista apócrifa a un capo publicada en Brasil. Y su sentido se comprende mejor cuando se sabe que es un homenaje a la obra de Helio Oiticica, Sé marginal, sé héroe. El joven pistolero soñaba con ser un héroe, como ya lo era para él el patrón mafioso.

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