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El acuerdo

Confieso que me he echado a temblar leyendo el encabezamiento del comunicado...

26 de agosto de 2016 Por: Carlos Jiménez

Confieso que me he echado a temblar leyendo el encabezamiento del comunicado conjunto que el Gobierno Nacional y las Farc han hecho público para informar que han concluido con éxito las negociaciones que desde hace cuatro años adelataban en La Habana con el propósito de poner fin a la interminable guerra que todavía nos desangra. Léanlo conmigo: Acuerdo final integral y definitivo sobre la totalidad de los puntos del acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia. Para mi gusto, hay demasiadas palabras, demasiados adjetivos y entorpecedoras redundancias en un encabezamiento que no debería haber tenido más que las palabras justas. Ni una más ni una menos, como en un discurso de Cicerón o en un poema de Borges. Pero soy consciente de que tratándose de un acuerdo entre colombianos para colombianos, es muy difícil que hubiera sido de otra manera. No somos un país de leyes como solemos repetir para autocomplacernos, sino un país de leguleyos que legisla por todo y para todo por motivos que aunque son distintos entre sí, en el fondo son complementarios. El primero es tan mágico como bien intencionado y consiste en creer que problemas de este país se resuelven exclusivamente legislando. Y el segundo motivo es cínico y reza que si no nos importa legislar tanto y de manera tan exhaustiva es porque al fin y al cabo “la ley se obedece pero no se cumple”.Pero el exceso retórico del encabezamiento del comunicado conjunto quizás no obedezca exclusivamente a nuestra irremediable pasión por el articulado y los incisos. Quizás este exceso delata los temores apenas reprimidos y compartidos por las dos partes de que la contraparte no cumpla los términos de tan exhaustivo acuerdo. Quizás los firmantes hayan sentido la imperiosa necesidad de exorcizar por medio de la reiteración y la redundancia el miedo al incumplimiento del acuerdo que no han logrado despejar los meses, mejor, los años de negociaciones en La Habana.Yo no voy a ser desde luego quien ponga la mano en el fuego por el cumplimiento a rajatabla del acuerdo. Pero de lo que sí estoy seguro es que la única garantía sólida de dicho cumplimiento es la voluntad ciudadana de que efectivamente se cumpla. La voluntad que debería comenzar a expresarse en el plebiscito con un Sí inequívoco a los acuerdos que abren sin duda las puertas a la paz. Y a la posibilidad de concretarla.

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