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Dalí

Me encuentro por tercera vez con Salvador Dalí, esta vez en el...

4 de noviembre de 2016 Por: Carlos Jiménez

Me encuentro por tercera vez con Salvador Dalí, esta vez en el National Art Center de Tokio, donde se inauguró en septiembre una retrospectiva de su obra que estará abierta al público hasta diciembre. Por su tamaño y su contenido esta revisión del conjunto de su obra no puede compararse con la monumental retrospectiva que le dedicó en el invierno de 1979- 1980 el Centro Georges Pompidou de París. Y ni siquiera con la exposición igualmente retrospectiva realizada en la primavera y el verano de 2013 en el Museo Reina Sofía de Madrid. Pero aún contando con sus limitaciones, esta muestra del más estrafalario de los surrealistas me ha permitido confirmar las fobias y las filias que despertaron en mí el primer encuentro impactante que tuve con su arte en el Pompidou, en el ya muy remoto año de 1980. Fobias y filias que deben ceder el paso sin embargo al hecho contundente e indiscutible de la extraordinaria popularidad de quien durante la mayor parte de su vida y su carrera artística se esforzó por vestirse y comportarse como un paradójico excéntrico egocéntrico. Los visitantes tanto de la muestra del Pompidou como la del Reina Sofía se contaron por cientos de miles y la de Tokio, cuando la visité la semana pasada, ya había sobrepasado la cifra de 50.000. Datos que obligan a añadir un nuevo enigma a la suma de enigmas que toman cuerpo en tantos de sus cuadros y dibujos: el enigma de su popularidad. El motivo o la razón misteriosa por la cual públicos distintos entre sí como el parisino, el madrileño o el tokiota responden masivamente a su llamado y se rinden igualmente en masa a la fascinación ejercida por sus obras. Las respuestas a este enigma son tantas que no cabe ni siquiera inventariarlas en esta breve columna. Por lo que me limito a destacar solo dos. La más obvia: Dalí es el primer artista que invirtió una parte muy importante de su talento y sus energías en hacerse famoso. En contra del paradigma del artista ensimismado y ajeno al mundo, él, siguiendo el modelo del star system hollywoodense quiso ser y lo consiguió un pintor famoso. Alguien capaz de despertar con su mera aparición en público tanto la admiración como la envidia de las multitudes. La otra razón tiene que ver con el triunfo definitivo de Freud, que ha convertido al inconsciente y a los sueños en temas insoslayables de la cultura popular en el mundo entero. Y si hay un pintor de delirios y pesadillas, ese es Dalí.

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