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Corrupción en EE.UU.

Quizá lo peor de la crisis económica que padecen actualmente los Estados...

26 de noviembre de 2010 Por: Carlos Jiménez

Quizá lo peor de la crisis económica que padecen actualmente los Estados Unidos de América sea el aluvión todavía imparable de desahucios. Entre el 2008 y el 2009, cuatro millones de norteamericanos perdieron sus casas y desde entonces la cifra y la velocidad de esas pérdidas no ha cesado de aumentar. El problema es tan grave que Joseph E. Stigliz, premio Nobel de Economía, ha escrito un artículo para referirse al mismo, titulado ‘Justicia para algunos’, que muestra la enorme cuota de responsabilidad que le cabe en este caso a la corrupción de los políticos de Washington. Una corrupción que, como él señala, no consiste en el simple soborno de jueces o la falsificación de documentos. No, para Stiglitz, la “venalidad” en los Estados Unidos se ha dado “en un nivel superior”. “No es a jueces particulares a los que se compra sino a las leyes mismas, mediante contribuciones a las campañas y haciendo lobby, en lo que ha llegado a denominarse ‘corrupción al estilo americano’”. Esta clase de corrupción se dio con respecto a las hipotecas cuando, tanto el Ejecutivo como el Poder legislativo, se hicieron los de la vista gorda con los contratos abiertamente ‘predatorios’ que los bancos obligaron a firmar a los usuarios de sus hipotecas, en la fase expansiva de la burbuja inmobiliaria. Y se profundizó cuando -en vísperas del desencadenamiento de la crisis que dejaría a millones de norteamericanos sin empleo y sin cómo pagar sus hipotecas- los bancos promovieron el cambio de las reglas de juego. Entonces, “se modificó la legislación sobre quiebras para introducir un sistema de ‘servidumbre parcial’. Una persona que tuviera deudas equivalentes al 100% de sus ingresos, pongamos por caso, podía ser obligada a entregar al banco el 25% de sus ingresos brutos, antes de impuestos, durante el resto de su vida, porque el banco podía añadir todos los años el 30% de interés, pongamos por caso, a lo que la persona debía”. Con el resultado de que al cabo de muchísimos años el titular de una hipoteca debería mucho más de lo que jamás le ha prestado el banco. Pero lo escandaloso no consiste sólo en que con la nueva legislación retrotraiga al trabajador libre a la condición de siervo medieval, sino que ella viole el ‘carácter sacrosanto’ que esos mismos bancos afirman que tienen los contratos que han firmado con países como el nuestro, cuando por leoninos se los quiere rehacer.

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