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Señales del deterioro conyugal

Que la mitad de las parejas terminan separadas, siendo que alguna vez...

10 de abril de 2016 Por: Carlos E. Climent

Que la mitad de las parejas terminan separadas, siendo que alguna vez decidieron unirse (enamoradas, ilusionadas y esperanzadas) es una triste realidad. Que el enamoramiento, la ilusión y la esperanza se empezaron a erosionar en algún momento y que nadie le prestó atención al deterioro, es una realidad aún más triste. La pareja, en su lucha por la estabilidad, debe superar entre otros los siguientes escollos: 1. El anhelo ciego de los comienzos que ignora dificultades, defectos, incompatibilidades, falencias y problemas. 2. La etapa reproductiva con sus horarios extendidos, visitas a pediatras, enfermedades eruptivas, dificultades de adaptación escolar y un millón de otras ocupaciones.3. La crianza de los hijos, con sus diversos matices y orientaciones, a la que se dedican muchos padres con ahínco excluyente. 4. El crecimiento profesional, social y económico que con frecuencia inicia el proceso de distanciamiento que ambos se encargan de justificar: “Me es imposible renunciar a los nuevos retos. Hay que hacer sacrificios” (Sin mencionar que es a costa de la relación de pareja).Infortunadamente no todas las parejas tienen el grado de compromiso requerido para afrontar las dificultades y en consecuencia ignoran las señales del menoscabo:*Se acabaron las manifestaciones de mutua consideración.*Desaparecieron la ternura y los detalles.*La intimidad era aceptada con desgano como un proceso mecánico desprovisto de pasión, para evitar reacciones agresivas o como un accidente bajo los efectos del alcohol.*Pasan por alto que las conversaciones amables habían sido reemplazadas por discusiones interminables cada vez más agrias, en las cuales ninguna de las dos partes cedía un milímetro.*No querían saber si la discusión había terminado por saturación, por sumisión o por quitarse al otro de encima.*Sabían, pero se encargaron de ignorarlo olímpicamente, que llevaban mucho rato como dos extraños bajo el mismo techo.*Les parecía muy normal y plenamente justificado que cada cual hiciera planes por separado.*Ambos se daban cuenta que florecían en ausencia de su pareja y que ambos se marchitaban fastidiados cuando estaban juntos. En consecuencia, los planes de vacaciones, cuando ocurrían, eran sistemáticamente organizados en compañía de otras parejas. Pero no se preguntaron: “¿No te das cuenta que nunca más volvimos a hacer nada los dos solos?”*Cualquier comentario, actitud o comportamiento del uno, le caía invariablemente mal al otro.*Cualquier pretexto era bueno para prender una discusión.*Nunca más volvieron espontáneamente a conceder la razón o a ponerse en los zapatos del otro.A pesar de las abrumadoras evidencias sobre la falta de claridad en la comunicación, la difícil convivencia, el resentimiento mutuo y lo mal que andaban, ninguno de los dos se daba por aludido. Lo lamentable es que algo se hubiera podido hacer para impedir que el desinterés llegara al punto de no retorno, con tan sólo haber prestado atención oportuna a las evidentes señales de deterioro.

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