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La tragedia de los débiles

La columna con la cual me estrené como columnista de ‘El País’...

16 de octubre de 2016 Por: Carlos E. Climent

La columna con la cual me estrené como columnista de ‘El País’ en el año 2002 lleva el título del parágrafo anterior. Paso a trascribirla por sugerencia de un paciente a quien no solo “le cayó como anillo al dedo” sino que consideró que sería útil volverla a publicar.“Durante mi residencia de Psiquiatría en Boston participé en un interesante estudio sobre los efectos de la depresión inducida farmacológicamente en el líder de una colonia de monos.Pretendía el peculiar estudio demostrar cómo la desmoralización y el debilitamiento del macho líder generaba una respuesta predecible en los demás antropoides de la colonia. Al líder se le administró reserpina, un antidepresivo, obsoleto ya por esos años, que tenía como efecto colateral producir depresión psicológica.Antes de la aplicación de la droga, el macho seleccionado era la autoridad indiscutible de la colonia: las hembras estaban incondicionalmente a su servicio, los otros machos adultos eran claramente sus inferiores y era cuidadosamente respetado por los jóvenes.Cuando los primeros signos de debilitamiento empezaron a ser evidentes, los jóvenes de la colonia empezaron a mostrarse un tanto insolentes. Al principio lo tocaban con timidez y delicada curiosidad, pero rápidamente estas caricias se convirtieron en golpes agresivos.Este espectáculo fue animando a los demás miembros del grupo: las hembras se emanciparon y empezaron a mostrar conductas laxas con los otros machos y estos a su vez se deleitaban agrediendo al desafortunado ex líder, que incapaz de responder, solo atinaba a taparse los ojos.En los momentos de mayor depresión, los machos de la colonia le mordisqueaban las orejas hasta hacerlo sangrar, lo golpeaban con saña y hasta se le orinaban encima.Una vez se le empezó a retirar la medicación y en la medida que el atribulado macho recobraba su vigor, el resto de la colonia empezó gradualmente a comportarse con el respeto de siempre, hasta volver a la situación previa al inicio del experimento.La correspondencia de este experimento con los humanos es directa: el padre pasivo no solo es irrespetado en la casa, sino que no sirve de modelo a los hijos. El cónyuge tolerante al extremo es muchas veces víctima del abuso de su pareja y es percibido(a) como tonto(a). Los pupilos no aprenderán mucho de un maestro al que no le admiran. Al negociador titubeante se las ganan todas y al gobernante indeciso no lo apoya nadie.Para los amedrentados por mucho tiempo hay esperanza, pues una vez fortalecidos se hacen respetar y no vuelven atrás. Como el mono del experimento, se sacude las costras de sus heridas y retoma lo que en justicia le corresponde”.Desde su publicación hasta la fecha no ha pasado una semana en la que los principios enunciados en esta columna no hayan sido aplicables. Quienes consultan por estar viviendo circunstancias conflictivas salen fortalecidos a tratar de cambiar las cosas. Unos cuantos rápidamente se dan por vencidos porque son incapaces de superar su debilidad. Otros, no sin esfuerzo vencen sus miedos, se hacen respetar y logran enderezar sus vidas.

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