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“A mí me dieron muy poquito”

Es la noche del 24 de diciembre, sus padres y otros adultos...

17 de enero de 2016 Por: Carlos E. Climent

Es la noche del 24 de diciembre, sus padres y otros adultos deciden hacer la celebración de esta noche especial, como corresponde, en casa de los abuelos. Danielito, uno de los 10 niños participantes en la fiesta navideña, tiene 6 años y hace parte de la reunión de 15 adultos entre padres, abuelos, tíos y otros parientes. Como quien dice la crema y nata de la familia amorosa. Allí, alrededor de un nutrido árbol de navidad se depositan los regalos (dizque) para conmemorar la natividad del señor. En la lógica de regalar “sin ton ni son” cada adulto se siente en la necesidad de llevar, para cada uno de los niños, un regalito. Como consecuencia de este raciocinio perverso, cada uno de los niños recibirá aproximadamente 15 cosas. Por fin llega el momento anhelado de permitir a los pequeños que abran los regalos que les trae el "niño dios".Lo que sigue a continuación es para un documental que podría titularse “Maltrato Infantil Disimulado”.Los niños empiezan a abrir los regalos con avidez y a la mayor velocidad que pueden, mirando de reojo a los otros niños que están haciendo lo propio. Los envoltorios artísticamente preparados, vuelan por los aires. Al tercer paquete el niño ha perdido interés en lo recibido y sólo mira con anhelo el próximo, para ver si este realmente lo sorprende o estimula. También observa con envidia al vecino que destapa un bulto más grande. Al término de la jornada-que poco tiene de generosidad, “noche de paz” y “noche de amor” y mucho de insensibilidad social y desperdicio-el niño ha acumulado un montón de objetos sobre los cuales no tiene el más mínimo afecto y mucho menos agradecimiento. La fiesta sagrada quedó convertida, por cuenta de unos adultos a quienes sólo les interesaba posar de generosos, en una bacanal infantil navideña. El niño que no sabe quién le hizo sus regalos, de manera robotizada y por indicación de sus padres, si acaso agradece a la tía el detalle del carrito de bomberos que tanto ansiaba pero que en medio de la barahúnda de la abundancia ya no aprecia. Terminada la fiesta los niños hastiados tratan de entender lo que les ha pasado al tiempo que sus padres empacan en bolsas negras de basura los obsequios de cada uno de sus hijos.Los niños no comprenden, como tampoco lo comprenden sus padres, que han sido acribillados por un niño dios desalmado que ha arruinado el espíritu de la navidad. Danielito, con lágrimas en los ojos, sale del rincón donde ha acumulado todas sus pertenencias, mira a su alrededor y siente que los otros niños han sido más favorecidos por la ruleta de la fortuna y resume la noche en una frase demoledora: "A mí me dieron muy poquito"La posible solución a la aberración descrita es realizar un compromiso, previo a la fiesta, por medio del cual cada niño recibirá un solo regalo. A quien le parezca poco, que haga su donación a un instituto para niños desamparados.En la próxima columna “Abundancia rima con malacrianza” se ampliará el tema.

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