Instantáneas
Y empieza el debate sobre la verdad de la Farc y el asesinato de Álvaro Gómez. Un magnicidio no deja ver la selva de masacres de jóvenes, líderes y reinsertados.
90 minutos y 3 goles de alegría que no pudimos celebrar porque nos obligaron a pagar con la dolorosa noticia de cuatro muertos en una nueva masacre en Jamundí. Regocijo lúgubre. Así vivimos nuestra realidad.
Y empieza el debate sobre la verdad de la Farc y el asesinato de Álvaro Gómez. Un magnicidio no deja ver la selva de masacres de jóvenes, líderes y reinsertados.
Vea pues, y los medios muy activos preguntando a sus audiencias y seguidores en redes si le creen o no a la Farc, que si el asunto es competencia de la JEP o de la Fiscalía... ¿Realmente creen que trasladando la justicia a la opinión ayudan a resolver la más grave crisis política de nuestra historia?
Que prefieren a las Farc echando bala, violando, secuestrando y narcotraficando que desarmados diciendo la verdad. Quién entiende.
Que la verdad sí, pero no así.
Solo nos interesa la verdad de a puños.
El problema es que diseñamos un proceso de paz convencidos de que vivimos en una democracia cuya Constitución garantiza los derechos fundamentales y respeta la separación de poderes. ¿Nos equivocamos?
Triste ver a nuestros músicos sobreviviendo a punta de entretener pasajeros de buses y aviones. Es la radiografía de los rincones a los que hemos relegado el arte y la cultura.
Aquí nadie miente; todos son cómplices de una verdad repugnante que esconden detrás de una cortina de violencia y corrupción. Los muertos y la miseria corren por cuenta del pueblo.
No puedo evitar esa terrible impresión de que un cajero electrónico tiene más sentimientos y empatía que el dueño del banco.
¡Por fin se me cumplió el sueño de tener una agencia de publicidad y comunicaciones estratégicas sin clientes!
Sigue en Twitter @_carlosduque