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Un Mujeronón

El sentimiento fue de corazón roto. A medida que avanzaba el fin...

5 de julio de 2013 Por: Carlina Toledo Patterson

El sentimiento fue de corazón roto. A medida que avanzaba el fin de semana y a través de la terapia de grupo que es el chat, me fui dando cuenta que estaba más que acompañada. Los corazones rotos por la muerte de Gilma eran muchos.Hace algunos años ella comenzó a construir una familia en torno a la defensa y la primacía de los derechos de los niños. Nos encontrábamos en donde hubiera un espacio disponible, hablábamos de niños y en concreto de cómo íbamos a sacar adelante el referendo por la cadena perpetua para quienes los maltrataran, violaran, asesinaran, y secuestraran. A cada reunión llegaban más y más personas y así conocí algunos de los seres más maravillosos y comprometidos con este país y sus niños. Nos convertimos en una familia, la familia extendida de Gilma.A raíz de su muerte, mucho se ha dicho acerca de su gran logro. Evidentemente es el hecho de haber visibilizado a los niños de Colombia y el estado de vulnerabilidad en que millones viven. Los niños se volvieron tema y de repente también se comenzaron a generar políticas públicas coherentes y sostenibles para ellos. De hecho, pienso que si uno va a hacer política, es para eso: trabajar con pasión y compromiso real por los más vulnerables, marcar la diferencia con gestión responsable, y dejar a quienes vienen detrás una plataforma seria sobre la cual seguir construyendo. Gilma hizo política de verdad, verdad. Política de la buena, y eso es un ejemplo de mostrar, porque ¡se puede!Siempre admiré cómo extrajo el tema de niños de un entorno femenino y logró poner a trabajar a cientos de hombres a su lado. Hombres pensando en el bienestar de los niños de Colombia, hombres sin poder contener las lágrimas frente a cada caso de niños maltratados, violados, asesinados o secuestrados, hombres involucrados en un tema que por tradición era de mujeres. ¡Eso sí que es un logro!De igual manera tuvo la gran inteligencia de manejar la gestión ajena al devenir partidista. Porque claramente los niños y su bienestar no tienen tinte liberal, ni conservador, ni verde, ni amarillo. Los niños son y deben ser preocupación de todos los partidos políticos y los logros que obtengamos para ellos serán suprapartidistas.Fue interesante también ver cómo en algunos medios de comunicación cambiaron no sólo su actitud hacia Gilma, sino su línea editorial con respecto a los niños. Ella, por su vehemencia causaba algo de resistencia y algunos la recibían con un poco de sorna. Además, los niños y los horrores que les hacían no llegaban a las primeras páginas de medios impresos y menos a titulares en radio y televisión. Claramente, en esa misma línea, pensar en un editorial era una utopía. Pues algunos evolucionaron en sus sentimientos hacia Gilma porque se dieron cuenta de su autenticidad y compromiso. También se sensibilizaron con el tema de los niños y la cosa cambió. Con ello evidentemente aumentó la visibilización y la presión sobre los organismos encargados y los victimarios. ¿Qué nos queda ahora? Obviamente superar la pelea mezquina por su curul y mirar más allá. Me hubiera gustado que sus hijas ‘ungieran’ a alguien como lo hicieron con Cesar Gaviria los hijos de Galán hace años. Quién o quiénes van a seguir liderando la gestión por los niños en Colombia es algo que ojalá se tenga claro más temprano que tarde. Por lo pronto, seremos su familia extendida quienes seguiremos trabajando por los niños y la primacía de sus derechos. Es lo que nos enseñó Gilma.