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Por ahí no es

Cuando todo esto pase, ya el Gobierno y el Icbf evidentemente tendrán que entrar a hablar asertivamente de programas de buen trato en el hogar

9 de abril de 2020 Por: Carlina Toledo Patterson

Amy Leith se enamoró a los quince años de Jimmy, el hermano de su madrastra, quien llegó de visita por unos meses durante un verano neozelandés. Las cosas no terminaron bien. Ella llevando un bebé, y él se fue un día en un barco para nunca más volver. Eso en los 1800´s no era un pequeño dilema como podría ser hoy en día, sino una verdadera tragedia que además humillaba a toda la familia.

Amy tuvo que dejar a su hija en adopción, y para ‘resarcirse’ con su familia, aceptó casarse con el vecino de la granja de su padre, Charlie. Era un hombre más de 20 años mayor que ella, gruñón, huraño y bien pronto se daría cuenta ella, violento. El primer golpe, dos días después de casarse y porque a ella se le quemó la tocineta del desayuno. De ahí en adelante, golpes, puños, humillaciones por cualquier cosa que él sintiera que había sido una agresión contra él, hasta que un día casi la mata, aunque sí mató de una patada al bebé que ella llevaba dentro de su vientre.

La historia de Amy está en una trilogía de novelas históricas que me tienen atrapada por estos días. Escritas por @ShayneParkinsonNZ, conocida por contextualizar sus historias en el Siglo XIX en Nueva Zelanda, hace una vívida descripción de la vida de ese entonces.

El tema es que la historia de violencia de Amy como víctima de Charlie no dista mucho de lo que uno sabe que sucede hoy en día dentro de millones de hogares en el mundo entero, y que en medio de esta crisis del Covid-19 está causando consternación.

De hecho, según la Organización de Naciones Unidas (ONU) desde el comienzo de las restricciones por el Covid-19 en todos los países se ha intensificado la violencia contra niñas y mujeres en el hogar.

Un informe publicado esta semana y llamado COVID-19 y Ponerle Fin a la Violencia contra mujeres y Niñas dice por ejemplo que en Francia las llamadas sobre violencia intrafamiliar han aumentado un 30% desde la cuarentena decretada el 17 de marzo; en Argentina las llamadas reportando casos han aumentado un 25% desde el 20 de marzo, día en que fue decretada su cuarentena; y los casos de violencia intrafamiliar y la búsqueda de refugio de emergencia ha aumentado en Canadá, Alemania, España, el Reino Unido y Estados Unidos.

En Colombia, según publicó ayer @natura.colombia en su página de Instagram, citando como fuente al Consejo Presidencial para la equidad de la mujer, los casos de violencia en el país aumentaron en un 103%.

No obstante la gravedad de la situación, sí me causó un poco de hilaridad la propuesta de la Vicepresidenta de prohibir el consumo de alcohol durante la cuarentena, para ayudar a prevenir la crisis de violencia contra las mujeres en casa. Según ella “las bebidas embriagantes podrían ser causantes de este aumento en las agresiones”. Según yo, el que da golpes, los da con y sin alcohol porque disculpas nunca le faltarán.

El problema real según la ONU es que según los datos, menos del 40% de las mujeres que experimentan este tipo de violencia buscan ayuda. Quienes lo hacen recurren a su familia y amigos y menos del 10% buscan a la policía. Ese es el quid del asunto.

Sabemos que el movimiento está restringido, que los servicios de salud están colapsados o a punto de estarlo cuando lleguemos al pico del virus, pero la responsabilidad real del Gobierno es promover activamente las denuncias y responder inmediatamente a ellas, no solo porque es lo correcto, sino porque según dice la ONU “el aumento en los casos de violencia contra niñas y mujeres exacerbará los impactos económicos de la crisis del Covid-19, y desacelerará la recuperación económica en el mundo”.

Cuando todo esto pase, ya el Gobierno y el Icbf evidentemente tendrán que entrar a hablar asertivamente de programas de buen trato en el hogar para ver si algún día convertimos a un gran porcentaje de nuestros hombres y a muchos sectores de la sociedad en personas que respeten y valoren a la mujer. Por ahora, ¡llamar a la línea 155!

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP