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La fuerza que nos une

A veces la única manera de sensibilizarse frente a los horrores que sufre el país es hacer de cuenta que sucedieran en carne propia.

6 de julio de 2017 Por: Carlina Toledo Patterson

A veces la única manera de sensibilizarse frente a los horrores que sufre el país es hacer de cuenta que sucedieran en carne propia. En ese orden de ideas, quisiera que cada uno de ustedes piense un momento en sus hijos, sus nietos, sus sobrinos, en general piensen en los niños que llevan en el alma. Ahora piensen qué sentirían si recibieran la noticia que uno de ellos fue violado, torturado y/o asesinado y que ese niño o niña nunca volverá a ser la misma persona, o que se les fue de la vida y jamás lo volverán a ver. ¿Estamos? Seguramente más de uno se ha persignado y otros están cancelando las malas energías de ese pensamiento.

Eso señores y señoras le sucede todos los días a una familia en Colombia. Aquí cada dos horas ingresa un niño o niña a Medicina Legal por presunta agresión sexual y diariamente son asesinados dos. Pónganse en el pellejo de esos seres humanos que tienen que recibir a sus seres más queridos en un ataúd blanco o con el espíritu hecho pedazos por culpa de alguna persona desalmada. Pocas cosas peores en la vida que eso.

Hemos sido desde siempre una sociedad que les ha dado la espalda a los niños y las cifras así lo revelan. Según un estudio reciente de la organización Save the Children, somos el cuarto país del mundo en el cual más niños se asesinan (superados únicamente por El Salvador, Venezuela y Honduras); estamos de 118 entre 172 como uno de los países con mayores índices de peligro para la niñez y somos el quinto país del mundo en el cual los niños resultan más afectados por los conflictos (sí, encabezamos la lista con Siria, Sudán del Sur, Somalia, Iraq y Afganistán).

Como para rematar, los jueces tampoco ayudan, porque aunque vemos a diario los horrores que los monstruos les hacen a bebés, niños y adolescentes, pareciera que la pena máxima de 60 años que permite la ley en Colombia es ‘el coco’. ¿Qué les pasa? ¿Temor, corrupción, debilidad, leguleyadas o todo junto? El hecho es que falta una fuerza real que los sacuda y está en nosotros lograrlo.

Yo pienso que Colombia despierta lenta, muy lentamente a la realidad espeluznante que viven nuestros niños. En ese lento despertar hemos visto que ya dos veces han firmado con convicción todas las personas necesarias para convocar a un referendo por la cadena perpetua para violadores y asesinos de niños. Dos veces se ha caído el referendo. Una en la Corte Constitucional porque no se presentó un reporte de gastos que ni siquiera estaba entre las exigencias, la otra fue cuando al llegar a discusión en el Senado, cambiaron la pregunta y eso bastó para que borraran de un plumazo el deseo de más de dos millones de colombianos. Hemos firmado dos millones de colombianos, ¿dónde están los demás?

Ahora tenemos una tercera oportunidad de actuar. Gilma Jiménez fue el motor de esta iniciativa hasta el día de su muerte. Ahora sus hijas han recogido la causa y con la misma convicción y vehemencia, Yohana recoge firmas para ver si logramos que esta vez el Estado sí cumpla con el mandato de la sociedad y se ponga los pantalones con el tema. En torno a Yohana se han unido todos los partidos políticos y Yohana cuenta que a donde llega en sus firmatones, la gente hace fila para firmar. Pareciera que sí hay una fuerza que nos puede unir a los colombianos y, ¿qué mejor que esa fuerza provenga de los niños? Hagamos lo correcto, firmemos por nuestros niños (formularios e instrucciones en www.gilmajimenez.com).

Sigue en Twitter @CarlinaToledoP