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Dos visionarios, un solo seductor

Brasilia es una ciudad bien particular. La primera impresión es un poco...

7 de diciembre de 2012 Por: Carlina Toledo Patterson

Brasilia es una ciudad bien particular. La primera impresión es un poco desconcertante porque pareciera ser una ciudad estéril, simple, sin historia y tradición. Sin embargo, termina siendo toda una experiencia y es difícil que no deje una huella indeleble en cualquier visitante. Uno de sus gestores, Oscar Niemeyer murió el miércoles en la noche a solo 10 días de cumplir 105 años. Hombre fascinante, sensible, vibrante. Por la seducción de su obra y la inspiración que ha sido para muchos, esta remembranza de hace un par de años.Oscar Niemeyer y Charles Edouard Jeanerret, más conocido como Le Corbusier fueron dos grandes de la arquitectura del Siglo XX. Los proyectos propuestos para Brasil y Bogotá respectivamente, fueron cercanos en términos de tiempo y ambos con una concepción de lo que debían ser las ciudades después de la II Guerra Mundial.Por fortuna para Brasil, el proyecto de Niemeyer se ejecutó. Tristemente por Bogotá, la propuesta de Le Corbusier, no. Sea cual fuese la razón, lo claro es que Bogotá perdió la oportunidad de renovar su infraestructura urbanística y si ella se hubiese ejecutado, posiblemente no estaría pasando por la serias penurias que le aquejan hoy. El Plan Director que propuso Le Corbusier en 1945 constaba de un centro gubernamental, uno cultural y otro universitario. Él concebía que se debía tener en cuenta la sinergia de la arquitectura con el entorno regional y nacional y después de examinar las vías de circulación existentes, llegó a la conclusión de que las arterias “debían ser de 6 carriles, con separadores de 40 metros de ancho”. El espacio público y su uso para el bien común primaba en los diseños del suizo, quien planteó para la capital grandes parques y jardines.Oscar Niemeyer por su parte trabajó con el urbanista Lucio Costa los planos para la construcción de la nueva capital de Brasil -Brasilia- la cual quedaría justo en la mitad de su país y sobre un terreno árido y lleno de rastrojo. El entonces presidente Juscelino Kubitschek dio vida al proyecto al iniciar su presidencia en 1956 y cuatro años después inauguraría la primera ciudad del mundo moderno construida acorde con unos planos y objetivos predeterminados. Brasilia combina el ser centro del Gobierno Federal con el vibrante entorno carioca y en ese sentido es completamente impredecible. Majestuosas avenidas de ocho carriles, nitidez en el diseño de las estructuras, un orden preestablecido en la ubicación de los distritos financiero, de salud, comercial, hotelero y residencial. Tiene el parque público más grande de América Latina, además del gran eje de la explanada de los Ministerios, la Plaza de los Tres Poderes y la emblemática Catedral de Nuestra Señora Aparecida. Aunque se respira política en cada esquina, las calles ebullen al ritmo de la samba, en los mercados callejeros practican capoeira y tal como sucede en el resto de Brasil, quienes quieran, pueden comprar muñecas vudú para ayudar a enamorar a los amantes escurridizos.Niemeyer más que un arquitecto, era un filósofo. También un buscador de placeres. Basta verlo en el documental A vida é um sopro, sentado frente a un cuadro de las zonas erógenas de tres mujeres, fumando despacio y afirmando en su cantar poético que “la forma debe seguir lo femenino”.A Le Corbusier le faltó sangre caliente para lograr que su proyecto se ejecutara en Bogotá. A Niemeyer le sobraba sensualidad y allí está su legado para todos, impregnado del inconfundible sabor carioca.