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Con las patas

Definitivamente somos un país en el que a la mayoría le gusta...

23 de julio de 2010 Por: Carlina Toledo Patterson

Definitivamente somos un país en el que a la mayoría le gusta la camorra. De ahí que sea tan difícil que prosperen proyectos políticos que resalten el valor de la vida y la construcción de relaciones sobre la base del respeto mutuo. Para continuar con la camorra iniciada por Álvaro Uribe, fue elegido por las mayorías Juan Manuel Santos, quien para ello hizo uso de un marketing político de una calidad nunca antes vista en este país. No obstante –y como era de esperarse-, el ungido emprendió vuelo propio y demostró que pretende enderezar el rumbo de algunos caminos que se torcieron porque él sabe que no es a punta de improperios e insultos que se manejan las relaciones internacionales. Es necesaria la estrategia, y cerebro, mucho cerebro. Uribe, claro, ni corto ni perezoso, le metió el palo en la rueda y nuevamente nos encontramos en un punto de inflexión. El tema de la guerrilla en Venezuela es de una gravedad suprema y no es sólo porque por la permisividad de Hugo Chávez existan centros de entrenamiento y de refugio para los comandantes de las Farc, sino por la evidencia -también denunciada repetidamente- de la presencia activa de grupos terroristas como ETA y Hezbollah en zonas fronterizas (www.youtube.com/watch?v=N5JY6OH OLFY). Según la cancillería israelí, la presencia de este último correspondería “con la política de penetración en Latinoamérica que Irán puso en marcha desde 2005”.Evidentemente, hay que hacer algo al respecto, y tiene que ser ya. Pero la situación es tan delicada que la actitud pendenciera no puede estar siquiera entre las opciones. Eso es lo que las mayorías deben comprender. No es con beligerancia verbal, los puños en alto ni retando –como se ha hecho en el pasado- al vecino a que sea “varón”, porque esto no es una cuestión de quién es más mero macho.Calificar como melifluas y babosos los intentos coherentes de establecer un nuevo camino en la diplomacia, además de un irrespeto, es una muestra de un cerebro corto y limitado en lo que se refiere a institucionalidad diplomática. Los industriales y empresarios colombianos, obligados por el bloqueo comercial impuesto por Chávez a Colombia, demostraron en el último año su creatividad e innovación al salir a buscar nuevos mercados para los productos de exportación. Como hemos sobrevivido, hay quienes creen que comprobamos no necesitar de Venezuela. Sin embargo, no por eso han dejado de existir los miles de seres humanos que han quedado sin sustento. Tampoco somos tan sólidos como para borrar de un manotazo un mercado de exportación que entre enero y mayo del 2009 fue de 2.276 millones de dólares, pero que en el mismo periodo del 2010 fue únicamente de 652 millones de dólares.Querámoslo o no, Hugo Chávez es y será el vecino por algunos años más. Querámoslo o no, como socios comerciales nos necesitamos el uno al otro y, querámoslo o no, hay millones de personas de lado y lado de la frontera afectadas, y de qué manera. Haber manejado la diplomacia con las patas en los últimos ocho años nos ha dejado mal parados. Al parecer, Juan Manuel Santos tiene la visión de saber que hay que negociar para recomponer las relaciones con Venezuela. De lo que no estoy tan segura es de que la mayoría de los colombianos estén dispuestos a dejar de buscar pelea hasta con la sombra y admitir que no es a punta de desafíos e insultos que se demuestra grandeza. Ahora se trata de restablecer la confianza mutua para entrar a hacer exigencias, cuya validez se cae de su peso.