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Seguridad, urbanismo y arquitectura

En las pequeñas ciudades de la antigüedad su seguridad interna cotidiana estaba dada por sus mismos vecinos, lo mismo que en cualquier pueblo actual o en un vecindario de verdad...

21 de noviembre de 2018 Por: Benjamin Barney Caldas

En las pequeñas ciudades de la antigüedad su seguridad interna cotidiana estaba dada por sus mismos vecinos, lo mismo que en cualquier pueblo actual o en un vecindario de verdad, o como sucede en algunas calles de San Antonio. Por lo contrario en la Roma imperial, que pudo tener cerca de un millón de habitantes, la guardia pretoriana no se ocupaba solo de proteger/suprimir emperadores. Y en la Edad Media el trazado de las calles era laberíntico para dificultar el avance de tropas enemigas que hubieran podido traspasar sus altas murallas. Al contrario de las bastidas provisionales de los atacantes, cuyo fácil y operativo trazado ortogonal impusieron los conquistadores españoles en el Nuevo Mundo.

Mientras que ya a mediados del Siglo XIX el Barón Haussman fue designado por Napoleón III para abrir los amplios bulevares de París, garantizando así que se pudiera usar la artillería contra los revoltosos y al mismo tiempo crear esas memorables perspectivas hacia sus monumentos. Y ahora las ciudades más seguras del mundo están vigiladas por televisión las 24 horas y controladas por una Policía cuyo número por cada cien mil habitantes suele estar entre los más altos; además, desde luego, de que las necesidades básicas de su población están satisfechas, como lo son vivienda, salud, educación, trabajo y recreación, pero también integradas en una misma cultura urbana respetuosa de los otros.

Sin embargo lo que rara vez se menciona es la estrecha relación que existe entre arquitectura, urbanismo y seguridad. Por ejemplo que una calle quebrada, con andenes estrechos y sin ninguna puerta de acceso a un establecimiento o vivienda, es más insegura que una que sea todo lo contrario. O que los andenes más amplios, llanos y sin obstáculos son más seguros. O que los pasajes peatonales, como los hay varios en el Centro de Cali, son tan seguros como lo son los centros comerciales, los que vienen a ser como pequeñas ciudades además con buen mantenimiento y vigilancia permanente, y con guardia pretoriana y gerente con autoridad, pero lamentablemente falsas ciudades ya que no hay vivienda.

Por ignorar todo lo anterior, aquí se continúan haciendo espacios urbanos de uso público sin considerar primero cómo pueden brindar más seguridad a sus usuarios. Como lo fue eliminar totalmente el paso de carros por el mal llamado Bulevar del Río. O el también mal llamado Parque Lineal, que de parque poco y de seguridad lo contrario dada la dificultad de vigilarlo y controlarlo. O en la Carrera Octava intervenir el anden al costado de la Base Aérea y no el del barrio donde vive la gente, que por lo demás de verde poco, el que ingenuamente el Alcalde se apresuró a inaugurar pese a estar incompleto, inveterada costumbre del país. E igual es la amenaza para los parques Arboleda y Mortiñal.

El caso es que los alcaldes, a diferencia de los zapateros, que suelen saber cómo se hacen los zapatos, poco saben de urbanismo pues, como lo señala Lewis Mumford, “el hombre de Estado es, en la mayor parte de los casos, ignorante del negocio fundamental del que tiene que ocuparse y tiende a ser negligente incluso cuando tiene una ligera idea de lo que se trae entre manos” (‘Historia de las utopías’, 1922, p. 55). Lo comprueba el que tanto en el país como en otras partes, los mejores alcaldes han sido arquitectos, o han sabido asesorarse con ellos, para entender asuntos como que la interrelacion de seguridad, urbanismo y arquitectura no es apenas una meta en el horizonte, que diría Eduardo Galeano.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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