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Mujeres

Con la aparición de las ciudades las mujeres dejaron de tener que...

26 de mayo de 2011 Por: Benjamin Barney Caldas

Con la aparición de las ciudades las mujeres dejaron de tener que estar recluidas en sus hogares vigilando el fuego, cuidando hijos, tejiendo, ocupándose de cocinar y recolectando frutos cercanos, es decir ocupándose de la vida mientras los hombres iban de caza o a la guerra, de la que si regresaban traían algún botín y nuevas mujeres. Con las ciudades las mujeres pudieron además ir a mercados, ágoras, foros, plazas y bazares recorriendo las calles, y lo hicieron cada vez más a partir del Siglo XIX cuando se dejaron ver por los nuevos paseos, alamedas y bulevares, y para ir también al teatro, la ópera y después al cine, o con la disculpa de llevar a sus hijos al parque. Pero es apenas en el Siglo XX cuando comienzan a hacerlo deliberadamente pues en cuanto circulamos por las calles casi todos ineludiblemente miramos a los demás y muchos aprovechan para mostrarse, especialmente las mujeres, lo que en ciudades como Río de Janeiro o Barranquilla tiene su cúspide en su carnaval, mientras que en otras como Cali es casi lo único que queda para ver en sus maltrechas calles menos mal todos los días. Las caleñas, aunque muchas vengan de otras partes, cada vez caminan más desinhibidas como en Ámsterdam, más rápido como las neoyorquinas, con más propiedad como las madrileñas, pisan más duro como las parisinas, y se destapan más y mejor que las cariocas pero moviendo su cuerpo como en ninguna otra parte salvo antes las huríes de la Alhambra en Granada que tuvieron que ser así. Hecho que Umberto Valverde atribuye al culto de las caleñas por la salsa, pero que ante todo es un asunto de carácter y de actitud ante la vida, la vida en las ciudades y hoy en día desde luego. Qué importante sería para los arquitectos que diseñan, casi todos hombres pese a que más de la mitad de los estudiantes de arquitectura son mujeres, saber cómo perciben la mujeres el espacio urbano arquitectónico. Y desde luego es penoso lo poco que consideran las evidentes diferencias ergonómicas y proxémicas que diferencian a las mujeres de los hombres en tanto usuarios de sus edificios; no es si no entrar a cualquier baño público. Las mujeres en la calle, incluyendo a las mujeres de la calle, son un hecho puramente urbano poco estudiado como tal, al punto de que los trabajos sobre la prostitución se desligan de las ciudades en tanto artefactos, y con frecuencia hablar de mujeres es mal interpretado pese a que son con el clima y el paisaje lo más reconfortante de esta ciudad. Su poca y vaporosa ropa o ahora sus ‘jins’ muy apretados, bajos y llenos de prometedores agujeros o deliciosamente cortos, o esas minifaldas como mágicas, tienen que ver con la brisa que refresca la tarde acompañando la cadencia de sus caderas mientras miran al frente adueñándose eróticamente de la ciudad. Pero es que muchos en Cali ni siquiera ven el paisaje ni disfrutan del clima. Las miran con morbo y creen que si las mujeres son bonitas no pueden ser inteligentes y no se han dado cuenta de que son más trabajadoras, serias, estudiosas y eficientes. Pero por supuesto las hay que llevan botas de invierno y suben sus carros a los andenes como cualquier ‘traqueto’; es la pérdida del buen comportamiento en la ciudad y su relación simbiótica con el clima y el paisaje.

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