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Espacio urbano público

En una ciudad que ha crecido tanto y tan rápido como Cali, y con migrantes del campo, o de pequeños pueblos pero que no han tenido tiempo de adaptar su cultura urbana a la gran ciudad, ni quién se los enseñe, la mayoría de sus habitantes no entiende aún suficientemente lo de su espacio urbano público, y por lo tanto su adecuado uso y correcto comportamiento en él.

26 de julio de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

En una ciudad que ha crecido tanto y tan rápido como Cali, y con migrantes del campo, o de pequeños pueblos pero que no han tenido tiempo de adaptar su cultura urbana a la gran ciudad, ni quién se los enseñe, la mayoría de sus habitantes no entiende aún suficientemente lo de su espacio urbano público, y por lo tanto su adecuado uso y correcto comportamiento en él. No se entiende que es justamente el carácter de público, lo que determina lo urbano, y que lo urbano a su vez determina el tipo de espacio habitado y casi todo lo que sucede en él, lo que equivocadamente parecería ser lo único que importa en esta ciudad que tanto equivoca sus ‘soluciones’ al no ver bien qué causa sus problemas.

El espacio urbano no se puede ocupar al punto de que casi desaparezca como tal, como sucede por ejemplo con los andenes en el Centro de Cali. Pero la solución no es desplazar a los vendedores informales sino reubicarlos allí, en donde tienen sus clientes, en las partes más anchas de las calles, donde no obstaculicen la circulación, y en algunos lotes como lo ha propuesto el arquitecto Óscar Mendoza. Lotes que se podrían expropiar, como son los de los que demolieron sin permiso sus casas para poner estacionamientos, adecuándolos como pequeñas plazas de mercado bajo altas cubiertas para evitar su vandalismo, y desde luego pagando un mínimo derecho y legalizando su actividad.

No se entiende que la diferencia entre el espacio urbano y el espacio rural radica en que los edificios conforman el primero, mientras que es la ausencia casi total de ellos lo que caracteriza el segundo. En la ciudad son los edificios, más que la misma superficie de sus calles, plazas y parques, lo que determina su espacio urbano público, creando no sólo un paisaje urbano sino determinando su uso. En el campo, por lo contrario, precisamente lo que cuenta es su superficie: el paisaje agropecuario o natural que rodea sus muy pocas edificaciones. Radical diferencia que es imperativo mantener para no perder las bondades que ofrecen uno y otro, como lamentablemente está sucediendo en este verde, bello, valle.

Tampoco se entiende que lo público es lo de todos, por lo que no se debe intervenir en él sino a través de las autoridades competentes, elegidas democráticamente, las que en Cali, equivocadamente, han dejado a los particulares el diseño, construcción y mantenimiento de sus andenes. No se ve que ‘privatizar’ lo que es público es ‘robárselo’ a los demás pasando por encima de sus derechos, e incluso comprometiendo su vida al obligar a los peatones, por ejemplo, a bajarse a las calzadas por donde circulan motos y carros; pero igualmente cuando estos se trepan a los andenes, lo que debería constituir un delito punible como lo pretende el nuevo Código de Policía.

Sólo cuando se entienda que lo público prima sobre lo privado, y lo urbano sobre lo arquitectónico, mejorará el espacio urbano público de la ciudad, y con él su calidad de vida: su funcionalidad, confort y belleza, y hasta la seguridad. Cuando se entienda que la ciudad es su espacio urbano público y por ende los edificios que lo conforman, y no apenas todo lo que sucede en él, lo que además lo determinan en buena parte. Pero primero lo tienen que entender las autoridades para que no le sigan dando palos de ciego a una ciudad en que aún no entiende que su espacio es lo que dejan los edificios, que urbano es lo perteneciente a la ciudad, y que público es lo conocido por todos, y que pertenece a todos, al Estado.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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