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Los moradores de San Antonio tenemos que entender que el problema de los restaurantes actuales en el barrio no son ellos mismos, sino el estacionamiento de los carros de sus usuarios.

30 de agosto de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

Los moradores de San Antonio tenemos que entender que el problema de los restaurantes actuales en el barrio no son ellos mismos, sino el estacionamiento de los carros de sus usuarios. Los dueños de los restaurantes tienen que entender que si no se soluciona el problema del estacionamiento, tarde o temprano, la gente dejará de ir. Y los usuarios de los restaurantes tienen que entender que para gozar también del barrio tienen que caminar por sus calles desde parqueaderos en la periferia, como sí lo hacen los turistas que se bajan en sus hostales del mejor vividero de Cali: fresco, agradable, tranquilo y bonito, de lo que no habla la prensa prefiriendo hacerlo de su supuesta ‘vocación’ gastronómica.

Y que es mejor ir en taxi para poder acompañar con vino sus comidas y evitar una merecida multa. Como ya se dijo en esta columna (12/07/2012): “Para prosperar, una ciudad tiene que atraer a personas inteligentes y permitir que colaboren unas con otras”. (Edward Glaeser: El triunfo de las ciudades, 2011, p. 310). Es lo que han permitido de siempre las ciudades: que los ciudadanos se relacionen físicamente, y hoy no apenas por Internet, en restaurantes, cafés, bares y tiendas de esquina, compartiendo “una mesa, una sonrisa o un beso”… y una botella de buen vino (un Bonarda de Finca las Moras, por ejemplo) pese a que en Cali son carísimos, pero por eso tan caros a los nuevos nuevo ricos.

Como también ya se dijo (08/06/2017) mientras la Junta de Acción Comunal, la Asociación de Vecinos, Planeación Municipal, el Comité de patrimonio, el Consejo Departamental de Patrimonio Cultural, la Secretaría de Turismo buscan proteger los valores patrimoniales de San Antonio, se continúan demoliendo sus casas, los carros subiéndose a los andenes y obstaculizando el acceso a los garajes e incluso a las casas, y ocultando unas fachadas que dizque se intenta proteger por su valor urbano arquitectónico y cultural, y la gente teniendo que caminar por las calzadas pues no se puede por sus andenes, y motos y carros circulando en contravía enfrente de policías recostados a la pared cuando los hay.

Atropello como el de las casas unifamiliares del sur de la ciudad, en donde se están construyendo edificios altos sin suficientes aislamientos ni mejoras en la infraestructura de servicios ni vial, cuyos carros se sumarán al caos vial del sector, y algunos de los cuales son moteles disfrazados de hotel. Será que allá y aquí nos tocará salir a la calle para defender las calles, siguiendo el ejemplo de los que se oponen a la Terminal Sur, alegando que dañará un humedal y complicará el tránsito local, y razón tendrán pues el MÍO es una resta de equivocaciones comenzando por su engañoso nombre, y basta con preguntarle a los que lo usan como a los que no lo pueden usar; mientras solamente se informa lo que les interesa a los contratistas.

El hecho es que esta es una ciudad sin planeación ni control como tanto insiste Nicolás Ramos, expresidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali. Pero precisamente allí, algunos de sus miembros, encabezados por Gustavo Moreno Montalvo, columnista de El País, están empeñados en construir una propuesta de visión Compartida de la ciudad, y pretenden promover su socialización y discusión, buscando que los ciudadanos entiendan la urgencia de una ciudad sostenible, eficiente y equitativa, y los pasos para materializarla en un POT para el área metropolitana y su ejecución efectiva, mediante una organización con bases serias para efectos electorales.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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