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Diferencias

Muchas “soluciones” a los problemas de Cali no sirven pues no se adecúan a sus peculiares circunstancias, lo que los reduciría a unos pocos. Comenzando por su clima, relieve y vegetación, y por tanto paisajes y biodiversidad; o porque no se considera lo reciente de su rápido crecimiento, ni sus tradiciones y transculturaciones; y porque casi todo se mira con una visión estrecha, enredada y miope.

23 de agosto de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

Muchas “soluciones” a los problemas de Cali no sirven pues no se adecuan a sus peculiares circunstancias, lo que los reduciría a unos pocos. Comenzando por su clima, relieve y vegetación, y por tanto paisajes y biodiversidad; o porque no se considera lo reciente de su rápido crecimiento, ni sus tradiciones y transculturaciones; y porque casi todo se mira con una visión estrecha, enredada y miope. Y, para rematar, no hay un efectivo control posterior de esas supuestas soluciones, y no se las corrige y actualiza sino que se las cambia o se abandonan a los cuatro años con cada nuevo alcalde, toda una diferencia de lo que suele pasar en otras partes que no “cambian su cara” sino que la mejoran.

Las ciudades, principalmente norteamericanas y solamente a veces europeas, de donde aquí se toman o imitan ideas, tienen climas y paisajes de estaciones que cambian a lo largo del año, y suelen ser muy planas. Por lo contrario, el clima de Cali es siempre tropical, cálido y húmedo, con temporadas secas o de lluvias, pero cualquier día llueve o hace sol, y es tan bueno (pasa tres veces al día casi todos lo días por la zona de confort) que la gente se queja con cualquier cambio: “Qué frío, qué calor, qué sofoco”. Situada al pie de la cordillera, solamente una parte de Cali es plana, y su paisaje de cerros, farallones y cordillera es muy diferente, y envidiable, pero para muchos es como si no existiera y ni lo miran ni lo ven.

No se reflexiona sobre lo que implica el rápido crecimiento de la ciudad, el mayor del mundo, junto con São Paulo, a mediados del Siglo XX, ni sus tradiciones iberoamericanas, ignorando el valor cultural, social y económico de su patrimonio urbano y arquitectónico construido, ni mucho menos las recientes transculturaciones de la vulgarización de lo “moderno” y de lo “norteamericano” reducido a la ciudad hermana de Miami. Y está la “mirada” a Bogotá pasando por alto que es fría, mucho más grande, que cuenta con otros recursos y otra gente, proveniente de todas partes, que se trata de la capital del país y que pese a todo, está cada vez peor pero poco se aprende de sus errores.

En general la visión de todos aquí sobre los problemas de Cali es muy estrecha en términos espaciales y temporales, y los documentos al respecto son muy enredados y aunque muy extensos, son muy incompletos, como igualmente la cartografía con la que se trabaja, por ejemplo reduciendo la ciudad a sus límites municipales e ignorando su región inmediata: el valle del río Cauca. Y es una mirada tan miope que únicamente ve lo que ya está justo en las narices de todos, y eso cuando ya comienza a oler feo o a ponerse de moda aunque ya esté pasado de moda, y su “solución” no satisfaga las condiciones del problema en cuestión y ni siquiera si éste en realidad es tal ni qué tanto.

Finalmente, no hay un control efectivo sobre la puesta en práctica de las “soluciones”, y no se las corrige y actualiza sino que se las cambia por otras, como pasó con el tren ligero que se cambio por los buses articulados en lugar de que estos fueran su necesario complemento. Lamentablemente se trata de otro caso de “corrupción de cuello blanco” que debería llevar a que siempre sea prudente pensar a quiénes en realidad benefician las soluciones supuestamente para todos pero que ignoran las diferencias que presenta Cali, la ciudad y sus ciudadanos. Las que, precisamente aún no lo son, y que es posiblemente la más importante diferencia ya que dejan las soluciones en manos de politiqueros.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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