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Alcaldes para el XXI

Es evidente que el cambio climático es una muy grave amenaza aunque se trate tontamente de disculparla especulando con que es un ciclo natural.

10 de octubre de 2018 Por: Benjamin Barney Caldas

Es evidente que el cambio climático es una muy grave amenaza aunque se trate tontamente de disculparla especulando con que es un ciclo natural, u ocultando hipócritamente que está ayudado por la acelerada destrucción de la naturaleza, y lo de la amazonia es francamente aterrador (Semana 07/10/2018). Pero lo que poco se menciona es que esta se debe al sobrepoblamiento del planeta y a un consumismo en aumento espoleado por el capitalismo salvaje, pues como dice Yuval Noah Harari en su último libro, “el crecimiento económico no salvará al ecosistema global; justo lo contrario, porque es la causa de la crisis ecológica” (‘21 lecciones para el siglo XXI’, 2018, p. 35).

Igual nos recuerda que “cerca de 1,25 millones de personas mueren al año en accidentes de tráfico (el doble de las que mueren por guerras, crímenes y terrorismo sumados [y] más del 90 por ciento […] se deben a errores muy humanos [datos de la OMS, 2016] de ahí que sea una locura […] bloquear la automatización [del] transporte y la atención sanitaria con el único fin de salvaguardar los empleos humanos. Después de todo, lo que deberíamos proteger […] es a los humanos, no los puestos de trabajo”, sobre todo si se considera que “más del 90 por ciento de estos accidentes se deben a errores muy humanos” (p. 43) y en Cali hay que sumar la atarbanería de tantos conductores de carros y motos.

Por supuesto esos 2,50 millones de muertes que suman los accidentes, guerras y demás, poco cambian los más de 60 millones anuales del acelerado crecimiento de la población mundial, y para controlarlo no queda otra que informar y educar, pero “¿cómo podemos hacer que las naciones, las religiones y las culturas sean un poco más realistas y modestas respecto a su verdadero lugar en el mundo?” (p. 203). “Por otro lado el nacionalismo y la religión dividen todavía a nuestra civilización humana en campos diferentes y a menudo hostiles” como esta sucediendo en la Unión Europea “el mayor experimento multicultural del mundo” (p. 160) incluyendo el caso de Cataluña por supuesto.

Como dice Harari “tenemos una ecología global, una economía global y una ciencia global, pero todavía estamos empantanados en políticas solo nacionales [y] ya que es imposible desglobalizar la ecología y el progreso de la ciencia, y ya que el costo de desglobalizar la economía seguramente sería prohibitivo, la única solución real es globalizar la política (p. 148) pues el poder se dedica a cambiar la realidad en lugar de verla como es” (p. 245). Como por ejemplo que “ya hoy en día, el 1 por ciento más rico posee la mitad de las riquezas del mundo” (p. 97), o que “la propiedad es un prerrequisito para la desigualdad a largo plazo” (p. 96), como lo es la falta de control público sobre el suelo urbano privado.

“La amarga verdad es que es que el planeta se ha vuelto demasiado complicado para nuestro cerebro de cazadores-recolectores (p. 251) pero los grupos de cazadores-recolectores, las comunidades rurales e incluso los barrios de las ciudades podían pensar juntos acerca de los problemas globales, sin tener una comunidad global (p. 255). De ahí que sean tan importantes las ciudades, en las que -hay que repetirlo pues cada vez son más- viven más de la mitad de los más de 7.300 millones de habitantes del planeta, y aún más en países como Colombia donde son más de las tres cuartas partes (Google). Por eso hay que procurar concejales y alcaldes para el Siglo XXI y leer Harari puede ayudar a encontrarlos.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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