Yo conozco a Claudia

Conocí a Claudia Blum por allá en el 75, cuando formó parte de la sala de redacción del periódico liberal El Pueblo, que fundó su primo Luis Fernando Londoño Capurro, diario que habría de convertirse en la más estimulante competencia para la prensa caleña, dada la prestigiosa nómina de periodistas que llegó de Bogotá.

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Fue quizás uno de los mayores retos que tuvimos que afrontar el director de El País, Rodrigo Lloreda, el subdirector Jorge A. Sanclemente y la sala de redacción, de la cual yo era jefe. Felipe Lleras, hermano de Alberto Lleras, era el subdirector y de ahí para abajo figuras destacadas como Daniel Samper, María Mercedes Carranza, Fernando Garavito (Estravagario), Eduardo Barcha (mi ex), Álvaro Burgos, Pedro Claver, Pilar Tafur y Claudia, que dirigía el suplemento Contrastes, entre otros.

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Los Londoño, nuevos en el tejemaneje periodístico, equiparon al grupo con todas las facilidades de transporte, disponiendo de una avioneta para cubrir temas de orden público y fútbol, mientras nosotros teníamos que lidiar con los consabidos jeeps. Con todo y la sobradez de los cum laude del periodismo capitalino y las avionetas, nosotros los chiviamos varias veces.

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Pero el tema no es el impacto que tuvo El Pueblo en el acontecer político de la época, ni tampoco su vigencia que fue rauda, sino Claudia Blum, la niña bonita de entonces que acaba de lanzar un libro autobiográfico, ‘Mi Vida en lápiz’, donde narra no solo su vida sino parte de la historia política de este país, en la cual tuvo participación activa como presidenta del Senado y después, embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas.

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La semana pasada en acto multitudinario en el Club Colombia, con presencia y discurso del expresidente Álvaro Uribe, la tout Cali recibió de manos de Claudia el libro de 500 páginas, donde ofrece “una exploración íntima de su vida, orígenes, juventud y visión sobre la política y la historia reciente del país”. La parte más conmovedora es la versión que hace del asesinato de su padre Harold Blum por un comando de las Farc, que intentaba secuestrarlo en su finca ‘Flores Amarillas’, el 27 de octubre de 1982, mientras ella hacía reportería en El Pueblo.

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Su belleza, que sigue intacta, jamás pasó desapercibida. La recuerdo cuando llegaba a visitarme a El Tiempo, que las máquinas de escribir de la redacción (aún no había computadores) quedaban mudas cuando Claudia pasaba entre las mesas de los periodistas.

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PD (1): Otro libro que se lanzó esta semana fue el de Harold Alvarado, ‘Etcétera’, una compilación de su extensa obra literaria y poética. El lanzamiento fue en la Tertulia de la Confraternidad Médica, que dirige el cardiólogo Adolfo Vera. Este personaje tan controvertido de la cultura colombiana, que no ha dejado títere con cabeza y a quien detestan escritores y otros ilustres personajes, también hay quienes lo queremos y admiramos. Nunca olvidaré que por él supe de la existencia de Kafavis.

PD (2): Claudia López estuvo a punto de echar por la borda la posibilidad de no tener que escoger entre la izquierda populista de Petro, reforzada hoy por Piedad Córdoba, vocera del madurismo, o a la ultra derecha de Uribe-Pastrana, a la cual se acaba de adherir la caverna de Alejandro Ordóñez. Lo siento por Marta Lucía Ramírez y Clara López, dueñas de gran potencial electoral que optaron por ser simples rellenos de ambas coaliciones. Mejor cantemos villancicos en esta temporada decembrina que se inició en el Hotel Marriot con un pantagruélico almuerzo para los periodistas, preparado por el chef Giuseppe Atzori y la conducción del rey del protocolo, Juanca Uribe. ¡Ana, nanita eha!